En el mes de febrero, murió en su querida Granada un hombre admirado y admirable; D. Manuel Docavo Pau. Desde 1977, mi familia y yo hemos tenido una entrañable relación, con él su mujer Meli (no he conocido a nadie como ella) y sus tres hijos, pero para rendir un insignificante homenaje a su recuerdo, quiero fijarme en aquel ya lejano 1977, porque durante todo ese año tuve un trato casi diario con ellos.
Aunque D. Manuel era primo de mi padre yo no le conocí hasta que por el sorteo de los mozos me tocó hacer la mili en Almería en el año 1977.
Por aquel entonces mi tío segundo D. Manuel Docavo era el Secretario Judicial de uno de los tres Juzgados de Primera Instancia e Instrucción que había en Almería, concretamente del Juzgado nº 2, que tenía su sede en la primera planta del Palacio de Justicia, junto al Gran Hotel.
Vivía él con su familia en el segundo piso de una bonita casa de la calle Minero, donde con mucha frecuencia comí con ellos ese año.
D. Manuel, como todo el mundo lo llamaba, era ejemplar en el desempeño de su trabajo. Destacaba su alta preparación lo que le valió ser referente en el mundo de los profesionales del derecho que en aquella época desarrollaban su trabajo en la Almería del último tercio del siglo XX. Era frecuente ver en su despacho a Abogados, Procuradores, Magistrados, Fiscales, Funcionarios y a sus propios compañeros, pidiendo su opinión sobre cualquiera de las materias que constituyen la problemática diaria de la aplicación práctica del derecho.
Era “temible” por su persecución a los procuradores para el pago de las tasas judiciales, que entonces también se aplicaban y que calculaba con minuciosidad. Los asuntos de su Juzgado en las materias de su competencia estaban perfectamente al día. La exigencia con la que desarrollaba su trabajo fue escuela para los funcionarios que pasaron por aquel Juzgado, a riesgo de dejarme alguno de ellos recuerdo a Pepe Saldaña, Carolina, Laureano y Manuel Moreno.
Muchos años después de que se fuese de Almería, Angel Vizcaíno me comentó, tu tío no solo arregló el Juzgado nº 2, sino que después de todo este tiempo sigue funcionando igual de bien.
Al terminar la jornada muchos días tomaba un vino en la cafetería del Hotel Costasol, eran ratos entrañables en los que se juntaba con sus amigos y se jugaban a los chinos el pago de las rondas, por allí aparecían Gonzalo, su compañero del 3, Juan Ruiz Rico, Magistrado, Juan Francisco Parra, teniente Fiscal, los abogados Pedro Montoya y Francisco Lucas Piqueras y otros muchos a los que el tiempo trascurrido hace que no pueda recordar.
Después nos íbamos a comer a su casa, para mí era un privilegio, no solo por la ventaja de cambiar el rancho por una espléndida comida casera, sino por los buenos ratos que pasábamos en esa familia. Meli hacia todos los días una fuente de chanquetes (en aquella época eran legales) de la que yo daba cuenta casi entera. Después de comer, una copa de coñac, excepto en cuaresma que la botella quedaba arrestada, un sueñecito reparador en el mismo sillón, para seguir trabajando en su casa una buena parte de la tarde.
Años después fue el padrino de mi hija Patricia y los visitábamos casi todos los años en su casa de Monachil en la Sierra de Granada, tardes de paseos, merienda y piscina, conversación agradable repasando alguna veces los recuerdos de aquel 1977.
D. Manuel estará muy alto en la parcela de cielo que sin duda está reservada para los profesionales del derecho. Desde aquí un beso muy fuerte para Meli, y sus hijos Manuel, Marian y Luis.
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