Abrir barra libre al odio

El Congreso ha tomado en consideración la proposición de ley para derogar o reformar en el Código Penal los delitos de injurias a la Corona, ofensas a los sentimientos religiosos o el enaltecimiento del terrorismo. Este primer paso para la apertura de una barra libre de odio en toda España es una iniciativa de Podemos que el PSOE de Pedro Sánchez ha asumido de buena gana, aunque antes se opuso a ello, enfrascado como está en el absurdo objetivo de despilfarrar su patrimonio socialdemócrata para acampar en las plazas del postureo antisistema. A estas alturas, uno no va a perder un minuto en considerar que esta operación sea un recurso a favor de la libertad de expresión, como pretenden sus ideólogos, porque en realidad no se trata de ampliar el espectro de las libertades públicas sino de establecer las bases de un pensamiento oficial prescriptivo de lo que es bueno y malo. Nada nuevo bajo el sol, ya que ese recurso es un paso previo en la instauración de todas las dictaduras conocidas. Todos los regímenes autoritarios han establecido a su alrededor un mapa ético en el que previamente se han marcado las coordenadas de lo correcto y lo incorrecto. Los rojos no usaban sombrero, por ejemplo. Pero tampoco merece la pena insistir en el disparate que supone esa insólita autorización del desprecio a los símbolos nacionales y el establecimiento de aquelarres colectivos cuando alguien traspasa los límites establecidos por el discurso inclusivo. Así que no le den más vueltas: el objetivo no es otro que preparar un caldo de cultivo social que permita un proceso constituyente que invalide el consenso alcanzado al amparo de la Constitución de 1978 y que ha supuesto para España el periodo de paz y progreso más fructífero de nuestra historia reciente, para sustituirlo por un modelo inspirado por los bolivarianos y los ayatolás. Por lo tanto, no es libertad de expresión: es instigación del odio. Y el odio es el arreglo orquestal de las dictaduras.