Y está muy bien que lloren, bramen y se revuelquen en el cemento ante un cierre que va a suponer una tragedia para muchas familias, sin olvidar a un ayuntamiento. Ha llegado el lobo y les ha cogido con las vergüenzas al aire. Que la situación laboral y económica de la cementera de Gádor no era buena lo sabían hasta piedras. Los sindicatos eran conscientes de lo que se estaba viviendo y lo han dejado claro en estos días, pero no ha hecho nada a lo largo de los últimos tres años, desde que la fábrica cambió de propietarios y se vio la ruina que le auguraban en la bolsa. No me creo que los líderes de los partidos políticos, esos que ahora lloran lágrimas de cemento, no estuvieran al tanto de lo que venía ocurriendo entre los muros de la factoría, y no sólo desde el punto de vista económico, también desde el laboral, cuando nos cuentan que a lo largo de estos años ha habido reajustes laborales en la plantilla. Nadie, ninguna voz se levantó en defensa del futuro que se preveía, ni siquiera la de la alcaldesa de Gádor, que ahora se lamenta y con razón del cierre, de los puestos de trabajo que se pierden y de los ingresos municipales derivados. El secretario general de los socialistas, Sánchez Teruel, asegura que la empresa cementera es rentable, si es así no debe haber ningún problema para que alguien la compre, a esta aseveración se une la del Pp de Gádor, que añade que Cemex deje que la empresa la puedan comprar otros inversores. Si son tan buenos los resultados y la rentabilidad económica, no se entiende el cierre, y estaría de acuerdo con ellos en mantener la producción, pero ¿quién puede hacerlo? ¿Estaría Lourdes Ramos por invertir en la cementera, lo haría el señor Sánchez Teruel, entrarían en la operación los dirigentes de Iu, avalaría la inversión Gabriel Amat, pondría dinero Eugenio Gonzálvez? Tres años de silencios políticos por parte de los que ahora braman y lloran lágrimas de cemento y con razón. Tres años de silencios que nos han llevado a una situación irreversible para una empresa que ha sido ejemplo para muchas familias de Almería.
No quiero que se entienda que echo la culpa del cierre de la cementera a los políticos, pero sí que sin el silencio de estos últimos años se le podría haber buscado una solución que ahora se ve muy complicada. Gritos tras silencios.
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