La Noche de sus Muertos

Recuerdo que hace unos años, cuando lo del Jalogüín de los demonios comenzaba a extenderse como una moda minoritaria y ruidosa, solía escribir alguna que otra columna advirtiendo sobre el riesgo de globalizar la estupidez y lamentando la pérdida de identidad que trae la letra pequeña de los tiempos que vivimos. Pero como la derrota es una de las grandes fuentes del conocimiento, he acabado asumiendo con serenidad que ya no hay nada que hacer y que el desfile de niños ensangrentados y miserias andantes de todos los años haya sentado plaza en nuestras vidas. Sin embargo, hay un aspecto de esta espectral celebración que nos debe inquietar más allá de las nostalgias castañeras y los versos olvidados. Me refiero a la insólita derivación vandálica que ha cobrado el asunto en muchas ciudades, entre ellas Almería, en donde la noche de difuntos se ha convertido en la coartada de los que apedrean y lanzan huevos contra autobuses, coches, tiendas y casas. La noche de sus muertos.

La pasada Noche en Negro, grupos de zangolotinos (acompañados en algunos casos por sus papás) se dedicaron a atacar a prácticamente todas las líneas de autobús,  tanto en el centro como en Los Angeles, Pescadería, La Chanca, La Cañada o El Alquián. Y claro, ha faltado tiempo para que el PSOE salga pidiendo más policía, como si esto pudiera resolverse poniendo gendarmes en los vehículos.

Dar soluciones fáciles a problemas complejos no sólo es un rasgo populista, sino también oportunista. Es evidente que el vandalismo es más un problema educativo que policial, porque la clave está en la formación recibida por quienes consideran que apedrear autobuses es divertido o acompañan a sus hijos a hacer el cafre. Pero claro, no pidamos a los socialistas almerienses que cuestionen la educación que se da en Andalucía, porque ellas y ellos no insultan, ni desprecian a los andaluces. Por eso no piden más y mejor educación, sino que piden más policía, que eso sí que es un huevazo al progresismo.