Cuando evitar una discusión se convierte en una heroicidad

Carlos Aguilera
07:00 • 11 nov. 2018

No somos conscientes del enorme poder que tiene la forma en la que nos hablamos. ¿Podría un problema de comunicación romper una relación? Sí, lo hemos visto en películas como ‘El club de los poetas muertos’; donde un padre y un hijo no logran entenderse, o incluso en ‘La, la, land’ donde el éxito enmascara un problema de comunicación de pareja. ¿Podría un simple conflicto entre vecinos convertirse en un asunto de estado? Sí, y más aún en Almería con la macedonia cultural y religiosa que tenemos. Brutal, en este sentido, la calidad y la hondura de la película nominada al Oscar ‘El insulto’ (2017).


Es una película libanesa que nos cuenta cómo un insulto a destiempo es el inicio de un enorme conflicto, que reabre viejas heridas y se convierte en un caso nacional. El film es un excelente retrato de las complejas relaciones en Oriente Próximo, que logra conmover al espectador. Un choque ideológico que solo la tolerancia podrá resolver.


Sigamos con el tema del lenguaje: ¿podría un malentendido en una cafetería provocar el despido de un camarero? Sí. ¿Podría un roce laboral romper una amistad? Sí. Y así, mil ejemplos más… Y da igual si estamos en Oriente Próximo, en El Ejido o en Pamplona. El cine reciente nos muestra a un adulto débil que no tiene la suficiente inteligencia emocional ni la calma interior, para resolver estas situaciones (‘Todas las mujeres’, ‘Las distancias’). Son como niños emocionalmente hablando. 



Como vemos, el cine nos viene muy bien para tomar conciencia del trabajo emocional pendiente (‘Hereditary’). Los creadores de Pixar nos dieron una buena lección con la película ‘Del Revés’ (Inside Out), donde los protagonistas eran las emociones humanas. Y, por otro lado, los grandes de la historia, también llevados al cine, han sido siempre maestros de todo esto: Abraham ‘Lincoln’, Mandela en ‘Invictus’, y ya en la ficción, Máximo Meridio (Russell Crowe) en ‘Gladiator’. Ojalá no nos lancemos instintivamente a insultar al otro y nos paremos, al menos un instante, a contemplar las posibles consecuencias de nuestras acciones. Ojalá no reaccionemos a la provocación del otro y dejemos espacio a una respuesta creativa e inteligente. Ojalá.





Temas relacionados

para ti

en destaque