Elena Tablada tiene que ingeniárselas para estar presente en los medios de comunicación. Cuando parecía que el chicle de David Bisbal ya no podía estirarse más, ha resultado que era un espejismo, porque ahora ha acudido a la revista ‘¡Hola!’ para hacer partícipes a los lectores de un enorme problema personal que le corroe: no hay manera de que pueda centrarse en lo que debe ocuparle estos días, su próxima boda con Javier Ungría. ¿El culpable de esta desatención emocional? Obviamente, David Bisbal. “Necesito cerrar estos capítulos y estos fantasmas que me persiguen. [Mi novio y mi hija] se merecen que cierre esta puerta y dejar atrás estas sombras, que me han hecho ver todo negro desde hace 11 años", ha confesado a la revista.
Para cerrar esta puerta y dejar atrás estas sombras, Tablada ha dado a la revista pelos y señales de todo el transcurrir de su noviazgo con David. "[Desde un principio] me pusieron de vaga, de no trabajar, de aprovechada... Estaba viviendo mi historia de amor en mi burbuja y, al mismo tiempo, me atacaban por todos lados... sin saber por qué", explica.
La entrevista con la diseñadora es un cúmulo de afirmaciones inconcretas, prejuicios y suposiciones. "Cuando descubrí que estaba embarazada, no sabía cómo decírselo a David. Su reacción, y la de su entorno, no me gustó. Llevábamos seis años, y aún así mi embarazo fue súper solitario".
No le disgusta a Tablada jugar al papel de víctima en esta historia: "Estos 14 años he estado callada y he sido yo la que ha permitido que se diga todo lo que se dice de mí, que se haya creado un personaje que no tiene nada que ver conmigo, que me insulten en mis redes sociales. Yo he permitido todo... hasta que el padre de mi hija dijo una barbaridad tan grande como que comercializo con ella, que es lo más lamentable que puede decir alguien, sabiendo que es mentira”.
Para Tablada, Bisbal no es Bisbal, es otra persona: “He conocido todas sus versiones, pero al David de ahora no lo reconozco. Es un completo desconocido”, ha declarado a la revista.
Tal vez alguien tendría que decirle a Elena Tablada que estaría bien que echara el freno de mano. Que, a sus 37 años, es una joven agraciada. Que su inteligencia es capaz de superar los prejuicios emocionales del pasado. Que tiene una niña que es una fortuna. Que tiene un novio que es un caballero que parece que la quiere mucho. Y que el inmenso futuro que se les presenta tanto a David como a ella no merece ni un minuto de reproche al pasado, sean cuales fueran los aciertos y los errores. Tener con alguien un hijo en común no habilita a nadie para hurgar en heridas añejas, y menos aún cuando se tiene al lado a una persona que está en proceso de escribir contigo una página de futuro. Lo dicho, Elena: para. Para ya.
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