La ortografía de Aguirre

La ortografía de Aguirre

Rafael Torres
23:34 • 05 sept. 2011
Esperanza Aguirre dijo un día, cuando brujuleaba en la abortada "sucesión" de Rajoy, que ella era un verso suelto. ¿Por qué no? La mujer tenía todo el derecho del mundo para creer ser lo que le diera la gana, pero, aun en tal caso, podía creerse ser un verso suelto sin faltas de ortografía.
La presidenta de la Comunidad de Madrid ha escrito una carta a los maestros a los que pide echar más horas para que otros, una porción de contratados, no echen ninguna por el procedimiento de mandarlos a casa y ahorrarse sus sueldos. La tal carta, redactada en el estilo vacuo y rupestre propio de las misivas de la Administración, abunda particularmente en faltas de ortografía. Puede argüir que ella no la ha escrito, que ha sido un propio, pero si así fuera, doña Esperanza, además de mentir y falsear un documento, atribuyéndoselo a su mano con la firma que lo remata, sería responsable de encomendar a alguien una labor para la que no está cualificado, la de escribir decentemente. Mas (sin acento), el delito propiamente dicho está, como a nadie se le escapa, en el propio hecho de dirigirse con faltas de ortografía a los maestros, por mucho que algunos de éstos tampoco escriban muy allá precisamente.
El desparpajo de Esperanza Aguirre, que puede venirle de perlas e incluso provocar la hilaridad cuando se disfraza de chulapa y se va a comer rosquillas a la ermita de San Antonio, se traduce cada dos por tres en insoportable vejamen a la sociedad que institucionalmente representa. Puede que de chica asistiera a uno de esos colegios privados carísimos que lo eran no tanto por lo bien que enseñan a escribir, como por los aprobados por la patilla que expenden, pero luego, de mayor, podía haberse pulido ortográficamente por su cuenta. Los maestros le están devolviendo la carta, como es natural, corregida.






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