Uno de los diferenciados avances que hacen del género humano “inteligente” es el innecesario esfuerzo por mantener la lucha cuerpo a cuerpo con el contrincante. Ya no hay que golpearse hasta la extenuación, batirse en duelo, resarcir mancilla con el florete o arremeter con la bayoneta calada. La batalla de las ideas suele librarse en foros parlamentarios, y el derecho te lo restituye y preserva un tribunal de justicia. Son comportamientos racionales que nos diferencian de otras primarias y violentas reacciones animales.
Afortunadamente hemos evolucionado en las técnicas defensivas que, en seres “inferiores”, se prodigan como argumento de defensa, aviso de ataque o técnica de evasión. Cuando un varano se ve perseguido por un depredador se sube a un árbol, y si el perseguidor escala, el gran lagarto le vomita encima la última digestión, insoportable pestilencia que hace que el depredador salga huyendo buscando dónde revolcarse para eludir el tremendo pestazo. También hay un lagarto cornudo que se defiende de los ataques lanzando con gran fuerza un chorro de sangre que sale por sus ojos, circunstancia tan llamativa que desconcierta a su atacante y le permite evadirse.
Otra técnica muy conocida por los visitantes al zoo es la tremenda puntería de las llamas cuando lanzan un certero escupitajo al pelma que le hace carantoñas intentando acariciarla para discernir entre la textura de la llama y la vicuña. El escupitajo (en almeriense se adopta la acepción más eufónica “escupinajo”) es una acción de amplio uso en antiguas culturas. El “escupinajo” es concluyente para el complejo rito del “agarejo”, castigo que se inflige al tontolahaba, acapullao, cipotealavela… con el ánimo de que espabile y esté a la altura de las circunstancias. También se relaciona en múltiples ocasiones en las Sagradas Escrituras: “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Así, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca”. El vomitar/escupir a que se refiere el bíblico texto relaciona la tibieza con la melifluidad y la cobardía. Es ese “igual da” cuando los escrúpulos se sacrifican para un fin oscuro y execrable.
Que un profesor de EGB, devenido en diputado del grupo golpista de ERC (Esquerra Republicana de Cataluña), escupa a un ministro del Gobierno de España con la suficiente sutileza para evadir el VAR televisivo, y que lo haga en el Congreso de los Diputados durante la accidentada sesión parlamentaria, es la evidencia de que hemos vuelto a los tiempos preguerracivilistas de los “jabalises” que rivalizaban en amenazas y exabruptos que casi siempre provenían de la izquierda radical.
Cuando la presidente del Senado expulsó al disparatado orate y rufián, le secundaron el resto de semovientes, dejando un espacio de dignidad que sólo su ausencia nos puede obsequiar. El votante; el pueblo sabio, es el que ha puesto ahí a estos peligrosos insensatos. El pueblo, cuando se equivoca votando a los radicales de ambos extremos, no puede esperar un rápido restablecimiento de la normalidad democrática. La perversión del poder hace que se necesiten y se apoyen las peores compañías. Estos golpistas de la ERC son los culpables del gobierno Frankenstein, con Pedro Sánchez al frente. Y da igual que escupan y excreten sus peores inmundicias; Pedro los quiere, los cuida y los necesita para mantenerse en el poder.
Borrell se limpiará los escupitajos de la americana sin que nadie le ayude en esta afrenta que, dicho sea de paso, no es a la persona en sí sino al sistema democrático y a todos los españoles que creemos en la alta dignidad de la representación del Estado. Sin embargo, para Pedro Sánchez esto va en el sueldo y en las innumerables inmundicias que guarecen la coprófaga necesidad de apoyar a estas excrecencias de la democracia.
El PSOE es experimentado anfitrión de los más lisérgicos acompañantes de cama para alcanzar el poder al precio que sea. Pedro Sánchez necesita al escupidor y resto de orates golpistas para alargar lo posible el disfrute de palacio, aviones… frente a sus particulares fantasmas que no son precisamente Franco y el Valle de los Caídos. El fantasma de Sánchez es su propia sombra que le sigue por la senda del reconocimiento histórico como uno de los presidentes que más dignidad ha sustraído a la Presidencia de Gobierno.
El PSOE es responsable de otorgar generoso espacio de sobreactuación a la irrelevancia. Contrasistema, comunistas y otras faunas de incierta clasificación se arremolinan en torno a un poder que se nutre de fobias y odios escupidos o rumiados. Y no crean que esto es cosa de Pedro Sánchez. Estamos a un paso -si así lo deseamos los andaluces- de conseguir un gobierno que aún profundice más en la administración de la miseria que sólo el PSOE en compañía de lo peor de las izquierdas extremas puede alumbrar. Populismo, comunismo y socialismo rancio no es precisamente lo que Andalucía necesita para salir del bucle.
No olviden que los individuos que vociferan, escupen, ofenden y amenazan están ahí porque alguien los ha votado. Por tanto, ahora, cuando tanto proliferan estos indeseables, es muy importante hacerse responsable solidario de los aciertos y errores a la hora de votar.
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