La casa común

Victoria Lafora
14:00 • 25 nov. 2018

En medio de semanas de polémica a cuenta de la Justicia en este país, el recelo surge en cuanto se conoce una nueva sentencia, y más si el tribunal no es otro que el Supremo, que crea jurisprudencia. Pues bien, hay que reconocer que el dictamen sobre el uso de la vivienda familiar en caso de divorcio va a cambiar de forma sustancial el derecho de familia, en un tema muy espinoso como el de la disolución de la sociedad de gananciales.

Hasta ahora estaba establecido que, tras una separación matrimonial, el progenitor que obtuviera la guarda y custodia de los hijos se quedaba para su uso la vivienda hasta entonces compartida. Era lógico y se protegía así al menor. Lo que el Supremo cuestiona ahora es que este derecho ampare también a la nueva pareja que disfruta también de un piso gratis.


Las audiencias provinciales están llenas de demandas de maridos y mujeres que dejaron la casa compartida pero siguieron pagando la mitad de la hipoteca o el alquiler, además de la manutención de los hijos, mientras su ex iniciaba una nueva relación con los gastos pagados.



Dada la dificultad, por no decir la imposibilidad, de acceder a la compra de una casa por los precios del mercado y a la fortísima subida del alquiler este último año, este es un tema que interesa y mucho a los jóvenes que empiezan una relación. ¿Quién no conoce a un separado/separada que años después del divorcio vive en un apartamento alquilado, de pequeñas dimensiones, lo que dificulta la custodia compartida, mientras sigue pagando la hipoteca de una casa en la que vive otra unidad familiar?


La fragilidad de las relaciones conyugales y el encarecimiento del mercado hipotecario convertía el hecho de una inversión común en vivienda en una apuesta de alto riesgo. Por lo tanto, la sentencia supone una especie de seguro de recuperación de la inversión si el proyecto de vida juntos se desvanece. Propone que la nueva pareja abone al 'ex' la parte que le correspondía. Se podrá pensar que esta decisión judicial va a suponer un freno al derecho a rehacer la vida, pero esa opción no debe nunca recaer sobre los ingresos o los ahorros de la anterior pareja. Sobre todo porque el supuesto beneficio para los menores, que pasan por el amargo trago de la separación de sus padres, desaparece al convertirlos en una pieza codiciada, porque la guarda y custodia lleva aparejada el disfrute de un bien tan escaso como es una vivienda.



Hasta hace unos años siempre eran las madres las que se quedaban con los hijos en una separación, pero las custodias compartidas está cambiando un panorama que perjudicaba el futuro profesional de las mujeres. Los hijos son de los dos y los dos deben ocuparse de ellos así como compartir los gastos. Sin excepciones.




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