E l concepto de ‘transición ecológica’, cada vez más ‘de moda’ en España, viene siendo enfocado, continuando nuestra penosa tradición en este sentido, básicamente desde un punto de vista economicista. Pero la transición ecológica es un fenómeno cuyos principales aspectos son sociales, humanos, medioambientales. Y así mismo deberían ser sus ejes y sus consecuencias.
Tras haber sufrido la humillación del ‘impuesto al sol’, el ‘peaje energético’ y otras afrentas a nuestro honor como ciudadanos del siglo XXI, la sociedad española (y las opciones políticas ‘progresistas’) deberían comenzar a plantear la cuestión desde una perspectiva definitivamente audaz y ‘liberadora’.
Cuando cambiamos unas fuentes energéticas ‘antiguas’ (carbón, uranio, combustibles fósiles) por otras ‘modernas’ y renovables, no sólo estamos avanzando en materia de sostenibilidad medioambiental, sino que debemos exigir que también se avance en materia social, económica, de justicia social.
Nuestro país, nuestra sociedad, nuestros representantes políticos, no deben obviar que, frente a las fuentes energéticas del pasado, que condicionadamente han venido siendo de titularidad privada, el modelo energético del futuro estará basado en fuentes ‘libres’, comunitarias, universales, y que por tanto deben ser tanto directa como indirectamente gratuitas. No se puede permitir que ninguna gran compañía ni ningún lobby nos expolien, nos roben el sol o el viento, que son de todos, por mucho que los ‘jubilados’ del bipartito estén ‘sentados’ en sus consejos de administración.
Es sin duda el momento de que la sociedad española, de una vez, apueste contundentemente por un modelo energético basado al máximo posible en el autoconsumo. Por razones económicas, técnicas, medioambientales y, sobre todo, también, de Empleo. Para ello no sólo ha de cambiar la normativa que lo impide, sino que los poderes públicos deben favorecer y fomentar el modelo sostenible, y se ha de eliminar la casi infranqueable barrera que la actual configuración del Mercado eléctrico representa. Nadie puede hoy poner en duda que la energía eléctrica es un factor clave del bienestar de las familias.
Tampoco se puede poner en duda que contamos con los medios tecnológicos para una práctica autonomía energética de muchas familias basada en un autoconsumo fotovoltaico/eólico. Exijamos una sociedad en la que la energía eléctrica no sea una mercancía para garantizar el beneficio de unas pocas compañías. Con el bienestar de la gente no se juega, no se puede hacer negocio impidiendo o dificultando que genere su energía por sus propios medios. Exijamos que la energía eléctrica sea, de una vez por todas, ‘democratizada’.
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