Ayer, día 10 de diciembre, celebramos en las aulas el Día de los Derechos Humanos y para hacerlo utilizamos un hermoso documento ganador del Primer Premio del Concurso “Defendemos los Derechos Humanos”, concedido este año a una de mis alumnas más brillantes tanto desde el punto de vista humano como académico.
Efectivamente, Amnistía Internacional destacó este trabajo de Irene Garrido, que actualmente estudia 2º Bachillerato en la Compañía de María, por contribuir a construir un mundo mejor. Esta chica se ha convertido en la mejor de las profesoras porque nos ha brindado una gran lección de solidaridad y convivencia. Siempre aprendemos de nuestros alumnos y, por eso, gracias Irene porque hoy he sido yo alumno y tú mi profesora. A continuación, reproduzco algunos fragmentos: “Todos los días enciendo la tele para ver las noticias. Siempre es lo mismo.
Ciudades y pueblos arrasados por las bombas o las guerras. Heridos y muertos en atentados terroristas o tiroteos. Mujeres y niños asesinados por sus maridos o padres.
Desnutridos y enfermos que luchan cada día para salir adelante. Las noticias que salen en los telediarios son desoladoras, pero no me hacen llorar. Me preocupan. No me gustaría que existieran. Pero no me hacen llorar. Creo que tanta violencia y tanta “realidad” me ha inmunizado contra el dolor y me ha hecho normalizar este tipo de injusticias, pero no solo a mí, a todos”…
“No ha sido una paliza, una ciudad destruida o a una persona ensangrentada lo que a mí me ha hecho abrir los ojos. Hoy he visto un cortometraje titulado “Acabo de tener un sueño” que no creía que me fuera a impactar y afectar tanto como lo ha hecho”…
“Hoy he reparado en que soy una persona afortunada. No solo porque en mi ciudad no hay guerras, epidemias o hambrunas. Afortunadamente ni siquiera sufrimos cerca el terror de los que matan por su Dios, su ideología política o por su equipo de fútbol. Me siento dichosa porque he alcanzado a discernir que, por una gracia del destino, nací en un país en el que asumo como normal que nadie muera a mis pies. Por esa misma cuestión de azar, tengo una casa que me protege del frío, del calor o la lluvia.
Voy a diario al instituto para formarme y sin que mi condición de mujer suponga ningún problema. En clase soy una más, a nadie preocupa mi religión, mi simpatía política o el color de mi piel. En cualquier momento puedo expresarme, dar mi opinión sobre cualquier tema y escuchar la de los demás”…
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