El Consejo de Ministros del 21-D

Rafael Torres
02:51 • 13 dic. 2018 / actualizado a las 07:00 • 13 dic. 2018

Si lo que se pretende con la celebración en Barcelona del Consejo de Ministros del día 21 es justificar y escenificar la ruptura total del actual gobierno de la nación con los secesionistas que tanto contribuyeron a hacerlo posible, mejor sería justificarla y escenificarla en otro sitio, a fin de ahorrarle al país los disgustos de todo tipo que generará en las calles de la capital catalana el evento gubernativo, pues no se necesita una bola cristal para prever los sabotajes, los palos y los tumultos que esmaltarán, entenebrecerán más bien, ese día.


Ahora bien; si lo que se pretende, en el caso de que el Gobierno se olvidara de sus intereses partidarios pre-electorales y quisiera hacer pedagogía democrática, es afirmar la soberanía del pueblo español sobre la integridad de su territorio mediante la libre reunión de su gobierno legítimo en cualquier parte de él, entonces habrá que afrontar serenamente, inteligentemente, las consecuencias de eso que la disparatada alcaldesa, Ada Colau, ha calificado de ir “sin pedir permiso” a los catalanes, quedándose acto seguido más ancha que larga. Afrontar serenamente las consecuencias significa preverlas y desactivarlas. Esto es, garantizarse la lealtad de los Mossos no ya al gobierno de la nación, sino simplemente a su deber de servicio a la ciudadanía en el mantenimiento de la seguridad y el orden. Simultáneamente, emplazar a los servicios de inteligencia del Estado, si es que a éste le queda alguna inteligencia, a que averigüen de dónde pueden venir los golpes para estar en condiciones de amortiguarlos, pero, antes, lo que se necesita es olvidar radicalmente que alguna vez existió Zoido y su demencial operativo de estacazos y piolines, o, si se recuerda, hacer exactamente lo contrario, bien, con pericia, proporcionalidad, respeto a las personas, sensatez y firmeza.


Ya que el Gobierno va a la ciudad que en tantos aspectos comparte con Madrid la capitalidad de España, no vaya como a territorio extraño y hostil, sino con la naturalidad que el sentirse en el país propio requiere. Sólo eso ya desactivaría un poco a los fundamentalistas de Torra.






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