Carmen Calvo y la normalidad

Luis del Val
14:00 • 18 dic. 2018

De vez en cuando, necesitamos a personas que nos salven de la confusión, y poder observar la actualidad con esa objetividad de la que es adalid la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo. Doña Carmen trabaja por la normalidad institucional para que se produzca la entrevista entre el Mayordomo del Prófugo y el presidente del Gobierno de España, y ha estado muy oportuna pidiendo a la oposición que sea leal. Y es que no se fía de la oposición. De quien se fía es del mayordomo del Prófugo, porque sus consignas de “apretar” a los CDR (Comités de Defensa de la Rebronca), o sus indicaciones para que muestren su rechazo a la celebración del Consejo de Ministros en Barcelona, o sus desprecios a la entrevista, o su manipulación sobre 17.000 personas, que cobran por garantizar la libertad de movimientos de los ciudadanos en Cataluña -los mossos de Esquadra- son pequeñas faltas leves, sin importancia. Doña Carmen Calvo nos rescata de nuestra garrulería intelectual, y nos viene a informar que arrinconar a esos 17.000 policías y “vigilarlos” por 9.000 efectivos de la Policía Nacional y la Guardia Civil, es algo que entra dentro de la normalidad institucional. Si Angela Merkel, por ejemplo, decidiera celebrar un Consejo de Ministros en Múnich, o Putin en San Petersburgo, seguro que lo normal sería desplazar miles y miles de policías. “¿Quién paga todo esto?” preguntó José Plá, viendo encendidas las vacías oficinas de Manhattan. Pues lo pagará la España que, según el Mayordomo, le está robando dinero a Cataluña.


Mientras avanza la normalidad, es decir, la extorsión, la amenaza, el chantaje a quien no es secesionista, y prosigue la persecución a los jueces, y el Rey, jefe del Estado, es declarado persona non grata por ayuntamientos que reciben una menor respuesta, que si yo aparco de manera indebida, Carmen Calvo pone sus ojos en la oposición, ese peligro de seguir con la normalidad institucional, que consiste en hablar con los partidarios del delito y los delincuentes. Está claro. No hay que quedarse calvo para entenderlo.






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