¿Cuántos de vosotros, hombres, mientras os atáis las zapatillas para salir a hacer deporte consideráis la posibilidad de que una mujer se atraviese en vuestro camino y os mate? ¿Cuántos llamáis a un compañero para correr juntos por miedo a ser violados o asesinados por una mujer? Laura, no llevaba escote, no iba borracha: ¿cómo la vais a justificar ahora? Queremos vivir sin miedo y queremos correr solas en lugares pequeños y tranquilos o donde nos dé la gana.Nosotras de camino a casa queremos ser libres, no valientes. A nosotras nos inculcan: Te voy a enseñar a no ir sola por sitios oscuros en vez de enseñar a los “monstruos” a no serlo y ese es el problema.
Miguel Lorente en su artículo “Un pueblo pequeño” nos hacía la reflexión de que incluso en un lugar pequeño y tranquilo es posible que haya habido un asesinato tan atroz como el de Campillo, en Huelva.
No es casual que destaquen los ámbitos donde se desarrolla la violencia contra las mujeres y así quedan oculta la verdadera realidad de lo que la produce: la estructura machista y patriarcal de la sociedad. Se buscan excusas como: drogas, alcohol, enfermedad mental, arrebatos, etc. para justificar la violencia que se ejerce contra las mujeres: las mujeres viven bajo una situación de violencia y amenaza, tanto en las relaciones de pareja como en la vida en social.
El machismo, de manera reiterada, dice que no hay que hacer diferencias entre hombres y mujeres, y no tiene problemas para hablar de: españoles, inmigrantes, extranjeros, homosexuales, etc. y de que no hay que generalizar.
Los hombres se sienten atacados cuando se habla de los hombres que ejercen violencia machista sobre las mujeres. Las mujeres en cambio pensamos en cada caso del que tenemos noticia: “me podría haber pasado a mí”, “le podría haber pasado a mi hija”. En cambio ellos, los hombres no piensan: “me podría haber pasado a mí o a mi hijo”. ¿Por qué no se quiere cambiar esta realidad?
¿Por qué se niega y se excusa? ¿Por qué se ataca en vez de intentar erradicar la violencia de género? No se puede negar ni igualar la violencia de género: los datos y estadísticas están ahí publicados por diferentes organismos gubernamentales y no gubernamentales. La violencia estructural y normalizada se dirige de hombres a mujeres, y se normaliza diciendo que si: era de noche, sobre cómo vamos vestidas, con nuestras conductas, etc. Antes el silencio atenazaba sobre nuestras bisabuelas, abuelas y madres: no se visualizaba la violencia que hemos sufrido las mujeres durante la Historia y la violencia hacia la mujer se entendía con normalidad. Ahora cuando se visualizan y denuncian se entra en la espiral machista de que si: las denuncias falsas, algo habrá hecho, los celos, el crimen pasional, el alcohol, las drogas, las enfermedades y trastornos mentales, etc. Y los hombres, para justificar la violencia de los hombres, recuerdan los homicidios que comenten las mujeres, en vez de abordarla para erradicarla. Hay que recordar que la mayoría de la violencia ejercida hacia hombres es realizada por hombres.
“Mi marido me pega lo normal” se escuchó decir a una mujer maltratada.
“Cásate y sé sumisa” a un arzobispo en un púlpito, o al Tribunal Supremo sentenciar “si una violación es habitual, no es violación”, o se banaliza el maltrato, las vejaciones, las violaciones y los asesinatos de las mujeres en canciones. Nos empezamos a cansar de argumentar, de dar datos y argumentos ya es hora de que los hombres no solo se responsabilicen de todo lo bueno que han hecho a lo largo de la historia sino también se tienen que responsabilizar de la violencia que vienen ejerciendo históricamente sobre las mujeres. No se puede seguir consintiendo la incitación al odio y al miedo.
¿Tanto cuesta educar en igualdad? Todas y todos queremos respeto y paz.
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