El día 20 de diciembre nos comunican otro desastre humanitario. Lo cierto es que no es algo excepcional porque esto también pasó hace poco. En realidad, a lo largo de todo el año, lleva pasando que personas no lleguen a un trozo de tierra firme y seguro. Lo excepcional del día es que han pasado casi desapercibidos, puesto que los políticos e independentismos copan los noticieros e incendian las redes sociales… Lógico -para algunos, lo de la llegada de inmigrantes no es nada nuevo y que mueran unos cuantos, por desgracia, tampoco.
Sin embargo, no es nuestro caso. En particular, se me ha hecho otro nudo en la garganta, en realidad, 15 nudos en la garganta de quien ha muerto, 12 por los desaparecidos… 27 vidas truncadas en un afán por salir de situaciones de pubertad, de ausencia de futuro -en el mejor de los casos- porque está quien intenta salir de la violencia, las violaciones, el terrorismo… 27 vidas con 27 nombres e historias.
En general, hay parte de la sociedad anestesiada incapaz de poner cara a estos inmigrantes. Es más, hay quien ve esta noticia y seguramente ni se interrogue por sus vidas... ¿tendrían familia? ¿y amigos? ¿qué pasaba en su país para querer arriesgar sus vidas y, todavía peor, la de sus hijos?... a veces escuchas un ¡pobres!, pero a los pocos segundos muchos de esos son a los que luego les oyes un “nos roban el trabajo” (por decir una de las perlas preferidas y menos grave de esta gente) ... Sin embargo, esas 27 vidas son las vidas de 27 nudos en mi garganta y más en estas fechas tan señaladas para tantos en las que nos reunimos con nuestras familias y extrañamos a quien ya nunca más volverá. Se me vuelve a hacer otro nudo en la garganta pensando en esto porque de muchos de estos 27 nudos en mi garganta, hay muchos que ni sus familias saben qué ha pasado con ellos y que están esperando que de un momento a otro les llamen para decirles que llegaron… pero ese momento no llega.
Pienso en estos 27 nudos en la garganta. Por ejemplo, pienso en M. que no tenía más de 30 años. Todos sus familiares reunieron el dinero para que pudiera embarcar en esa lancha. En M. estaba el coraje de la juventud y la esperanza de un futuro mejor y este coraje y esperanza eran mayores que el miedo a que pasara algo esa madrugada. M. pensaba en su bebé, soñaba con poder darle una vida que ella no pudo tener. Una vida en paz, poder estudiar, poder pensar en el futuro… M. y su bebé llegaron a la costa de España. Allí murieron.
H. tiene 16 años y proviene de una aldea perdida de la que se escapó siguiendo a su hermano mayor, que recién ha cumplido los 20 años. Sus padres dormían cuando pasó. Ahora están a punto de embarcar, no piensan en que les pueda pasar algo, aunque son conscientes de que es un viaje peligroso. Ya han oído historias de otros compatriotas, pero no tienen miedo. Mejor eso que no tener futuro y estar muerto en vida. Fantasean con su llegada, ir a Madrid y ver el campo del Real Madrid y también el del Barça, piensan que le podrán dar una buena vejez a sus padres… En la diminuta embarcación neumática todos han perdido las fuerzas, no llevan suficiente comida y están tardando más de lo que les dijeron… S., el hermano de H., se ha caído al mar… H. lo mira como intentando rescatarlo con su vidriosos ojos, pero lo único que ve es cómo S. se hunde… nadie puede hacer nada.
Después de semanas, el cuerpo de S. no ha aparecido y H. no puede dormir por las noches pensando que él también tenía que haberse muerto.
R. está desorientado. En mitad de la noche lo ha despertado su madre. R. ha aprendido a no llorar, nunca lo hace. Con su medio palmo del suelo es ya casi un hombrecito, pero ahora está desorientado, está parado en mitad de un grupo de personas. No alcanza a ver a su madre. Le asoman unas lágrimas. Por fortuna, una mano fuerte lo coge, “¡por fin! mamá”. Y su madre se lo sube a la espalda y lo anuda bien fuerte. R. se siente ya seguro. A R. es fácil hacerle sonreír. Está sentado al lado de T., otro niño como él… Empieza a hacer frío, mucho frío y R. y T. se abrazan a sus madres. R. muere antes deshidratado e hipotérmico, luego le sigue T. Sus madres los sostienen en sus regazos, impotentes les intentan dar calor... lloran en silencio mientras ven cómo sus cuerpecitos se hunden en esa masa oscura y líquida.
En estas fechas de amor, paz, reflexión… de tantas promesas que nos hacemos para el año nuevo... solo puedo pedir que esto no nos sea indiferente, que salgamos a decir, en nuestro silencio bien alto, que nos importa la vida humana y sí, que se nos hace un nudo en la garganta, en el corazón cuando estas cosas pasan, que podríamos ser cualquiera de los que estamos aquí, que todo esto es una sinrazón. Los políticos no están dando la cara, no están haciendo nada ante esta dura realidad o, mejor dicho, están dejando que sea más macabra amparada por un grupo social que ve a otro humano como una amenaza… ¡Cuánta deshumanización estamos experimentando! ¡Cuánta falta de empatía!... mientras pasa esto, nosotros estamos aquí, resistiendo, porque para los que estamos aquí en silencio, la vida de cualquier persona es valiosa, porque queremos prestarles nuestras voces y nuestras manos a quien ya no tiene porque murió o porque la tragedia le puede…
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