Cambio de etapa

Charo Zarzalejos
14:00 • 28 dic. 2018

Ayer, con el acuerdo que conformó la Mesa del Parlamento de Andalucía echo a andar el cambio. Ha sido un cambio imprevisto. Nadie daba a Vox 12 escaños y aunque se suponía que el PSOE bajaría por el propio desgaste que todo Gobierno conlleva, tampoco estaba previsto que bajara tanto. La izquierda no ha sumado. La suma que permite el cambio es la suma de lo que algunos denominan "las derechas", con un claro afán de descrédito para la formaciones políticas que integran el bloque que va a permitir el cambio.


Ciudadanos y Partido Popular han necesitado y van a necesitar, sí o sí, del partido de Abascal. Los mensajes escuchados en campaña o son imposibles o directamente inaudibles para el centro derecha conservador y liberal. Hasta el momento, Rivera y Casado han logrado un acuerdo en el que no hay la menor concesión a los de Abascal que si han aflorado ha sido más por fallos ajenos que por méritos propios.


Los números son irrebatibles y con esos números Juan Manuel Moreno, sucesor de Susana Díaz, tendrá que hacer frente junto con Ciudadanos a una auténtica prueba de fuego. No lo van a tener fácil y o de verdad se nota el cambio para bien, o será un intento fallido. Respecto a Vox habrá que juzgarle por los hechos y la inteligencia política aconseja que cuando las cosas se hacen desde la moderación suelen dar más y mejores frutos que cuando tratan de aplicarse medidas maximalistas. Pablo Iglesias de esto ya ha aprendido bastantes.



Enfrente, el gobierno del cambio, tendrá a Susana Díaz. No se va pese a que a más de uno de su partido le hubiera gustado un paso atrás. Pero no, Susana Díaz no tira la toalla y su continuidad como líder de la Oposición en Andalucía hay que entenderla también en clave interna del propio PSOE. Los "sanchistas" están comenzando a percibir que las aguas tranquilas habidas hasta el momento se están comenzando a revolver. Díaz también se está encargando de ello. No da la batalla por perdida porque en su fuero interno y así lo ha confesado a algún íntimo, "el PSOE tiene que volver a ser un partido reconocible, que no despiste, que no haya que interpretar porque todo está bien claro". Naturalmente se refiere a la política del Gobierno en relación a Cataluña. Además es consciente de que cuando ellos critican el apoyo de la extrema derecha al gobierno del cambio, su secretario general es Presidente con el apoyo, tácito y a veces expreso, de quienes se mantienen pertinaces en propuestas que atentan directamente al núcleo duro de la Constitución. Torra ya sabemos que quiere y como lo quiere. De Vox conocemos sus mítines, sus propuestas imposibles y es ahora cuando llega el tiempo de los hechos.


El cambio en Andalucía tiene una enorme trascendencia. Especular sobre el alcance que pueda tener en el conjunto de España es más que arriesgado, pero el cambio está ahí. Una vez más se confirma que en los últimos tiempos, lo que parece imposible se convierte en realidad. ¿Alguien fue capaz de adivinar que Sánchez, a mitad de legislatura, llegara a Moncloa?. La carambola es lo único cierto.



Y el resultado final de lo ocurrido en Andalucía tiene mucho de carambola. Una carambola que es todo un reto, un ensayo general para el conjunto de la derecha que tiene la obligación para con sus votantes y adversarios de demostrar que puede hacer las cosas bien, que saben gestionar cambios profundos, que el poder no les va a perturbar y que sus políticas o son políticas inteligentes e inclusivas o no serán.


Casado y Rivera, que no han aparecido en las conversaciones, dependen el uno del otro. La hora del postureo se ha acabado y ya les ha llegado el momento de la realidad. Esa realidad exige lealtad mutua, transparencia entre ellos y ante la opinión pública y un firme compromiso con la moderación que es el espacio, creo que el único, en el que es posible tejer acuerdos necesarios, como dijo ayer la presidenta de la Mesa de edad "por Andalucía, España y la humanidad".




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