Nadie podrá negarme que al director del Centro de Investigaciones Sociológicas, José Félix Tezanos, le pones un turbante y un camello y hala, a la caravana de los Magos de Oriente por la Gran Vía. Parece el cuarto de ellos, con sus barbas entre levíticas y sarracenas, su talante paciente, sus andares pausados, su mirar desafiante. Y tiene el oro de los resultados que dicen que cocina, la mirra con la que se perfuma el ganador y el incienso que sirve para que todos se gloríen de va a ganar*a pesar, dicen todos, de Tezanos.
El caso es que todos miran al cuarto Rey Mago como un oscuro objeto de deseo: ¿qué regalo nos traerá la siguiente encuesta del CIS? ¿Un incremento en la intención de voto o el carbón del despeñamiento en el favor de los electores?
Ellos dicen no creer en los reyes de Oriente, pero unánimemente, también, les envían su carta de peticiones. Y muchos ya hemos dicho que, desde que Donald Trump trató de desengañar a un niño de siete años sobre la existencia de Papa Noel, nos hemos pasado al bando de los creyentes ciegos no solo en Santa Claus, sino en los tres del camello, en las meigas, que haberlas haylas... Si Trump dice que no existen, seguro que es que todos ellos son reales.
Como los datos del CIS. Todos piensan que son los padres socialistas quienes, de la mano del fabricante Tezanos, engordan en la noche más mágica, con cáscaras de plátano y esas cosas que se les dejan a los camellos de SS.MM de Oriente, los resultados que los consultados para los sondeos arrojan. Yo creo que los datos existir, existen. Otra cosa es que el Sumo Interpretador trate, como Beltrán du Guesclin, de no poner ni quitar rey (mago), pero sí de ayudar a su señor, Enrique de Trastamara, frente a Pedro I el Cruel. Aunque aquí sea Pedro I El Volador el señor de Beltrán Tezanos.
Que sí, que sí creo en las encuestas... Tanto como en los Reyes Magos. Pero ocurre que, cuando todos en la real cabalgata creen que aquel concejal pintado de negro es, en efecto, Baltasar reencarnado, se produce un efecto hipnótico y todos ven al Rey, en realidad desnudo de apoyos ciudadanos, vestido con magníficos ropajes de intención de voto.
Lo malo es que ni con todo el proceso de ilusionismo ilusionante que rodea a Melchor, Gaspar y Baltasar (y Tezanos), el oro, incienso y mirra que traen al portal de Belén en forma de tablas demoscópicas no va a servir, según todos los indicios, para sacarnos de la crisis política en la que entramos hace ya unos años. No hay forma de formar un Gobierno que no sea de coalición.
Y apuesten ustedes por que un año de estos, cuando a quien controla la estrella, o sea, el señor de Beltrán Tezanos, le dé por convocar elecciones, saldremos de ellas con un pacto de centro-derecha o de centro-izquierda.
Un pacto en el que ni Herodes Vox ni Pilatos Podemos van a figurar siquiera entre las figuritas del Belén, por mucho que el líder del primero nos haga llegar vídeos a lomos de la jaca que galopa y corta el viento y por mucho que el segundo se cuide la cabellera más que Sansón frente a Dalila, consciente de que, sin su pelo/coleta, perdería toda su fuerza.
Y, el lunes, tras los efímeros regalos de estos días, el cuarto Rey Mago regresará a su fastuosa y carísima residencia en la calle Montalbán, frente al Palacio de Correos, que es digno, ya digo, de un poderoso Monarca.
Y, desde allí, preparará su próxima cabalgata demoscópica para el mes que viene y hala, todos los descreídos a volver a ilusionarse/desesperarse: ¿me tocará oro?¿incienso?¿mirra?¿carbón? Y uno tiende a preguntarse si en verdad este cuarto Rey Mago nos es tan, tan necesario, cuando ya tenemos a los otros tres tan consolidados.
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