Uno de los aspectos que más encocora al pagador de impuestos es la manera lastimosa en la que pierden el tiempo y amargan la vida del ciudadano aquellos a los que hemos designado para que administren el país con “NUESTRO” dinero.
La reina de la fiesta es la deslealtad catalana, a la que se le han marchado cerca de 4.000 empresas, algunas emblemáticas, y que centra ahora sus esfuerzos en ver si le pone una multa de 100.000 euros a Lego y a Play Mobil. ¿Han herido algún niño?
¿Se han escaqueado de pagar impuestos? No, es que no imprimen instrucciones en catalán. Un terrible crimen. Pero no son los únicos: las cacareantes gallinas del gobierno, que escandalizan cada vez que ponen un huevo, cacarearon con la devolución de los impuestos de maternidad, pero son más rápidos en anunciar que en cumplir, y tendrán que esperar los ciudadanos, porque los cacareos son más abundantes que el dinero disponible.
En la capital de España, el Ayuntamiento pierde el tiempo con medidas sin planificar, y no baja la contaminación, pero van a arruinar el comercio del centro de Madrid.
Un poco más abajo, en la comunidad autónoma de Andalucía, tras el claro mensaje de las urnas, los empleados a los que les vamos a pagar el sueldo, no saben leer lo que a todo el mundo le parece que está claro. O no lo entienden.
O van de farol para hacerse los interesantes, pero de gilipollez en gilipollez están matando a la afición, y lo único que suscitan es lástima por sus pérdidas de tiempos y su desprecio a los votantes. Año nuevo, vicios viejos.
No estoy en condiciones de valorar cómo es nuestra sociedad en su conjunto, pero en mañanas como la de hoy me parece que está algo por encima de estos políticos
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