Hipocresía

Es enriquecedor pensar en las grandes joyas literarias que han parido tantos españoles a lo largo de la historia. Como la que se narra en primera persona en el “Lazarillo de Tormes” sobre los avatares de la vida de un pregonero toledano, en la que recibe, en el mejor de los casos, míseras limosnas para mal vivir, como muestra este fragmento: “Solamente había una horca de cebollas, y tras la llave, en una cámara en lo alto de la casa. Déstas tenía yo de ración una para cada cuatro días…”.

Viene al pelo en la actualidad la hipocresía de la que estaba impregnada la sociedad del momento; hoy se relega de la migración pero se la explota laboralmente, utilizamos lo último en Smartphone a costa de la esclavitud minera de países del tercer mundo y no se quiere destinar fondos en la ayuda al desarrollo en esos países; somos una sociedad que espulga sus remordimientos con la pobreza en el cuarto mundo mediante campañas solidarias, pero que después consume frenéticamente en Navidad o devora y engulle artículos en época de rebajas.

En esta línea, encuentras imágenes como las del alcalde de Almería en Navidad visitando el Centro Municipal de Acogida para el postureo fotográfico, al estilo del clérigo, el escudero o el ciego a los que sirvió el Lazarillo. Y es que, a la vez que se aferra a la política de migajas, no pone remedio para la pobreza estructural que va cohabitando en la capital. Podría poner en marcha un plan específico de inserción laboral, desarrollar cursos de formación, exigir que el empleo derivado del gasto público se genere con la ciudadanía almeriense,…

La verdad, es curiosa la citada foto con migrantes a su alrededor – casi el 50 % de los usuarios del Centro – pero después el PP asume el discurso xenófobo de la extrema derecha y se vende a ellos por el sillón de San Telmo. Más de un presente en la foto estaría pensando aquello que dijo el Lazarillo, “…que no tengo por mi amigo al que me hace pesar.”