El que pierde gana. Tras la elección de Pablo Casado como nuevo presidente del PP pocos apostaban por el futuro político de Juan Manuel Moreno Bonilla visto que en la pugna interna para hacerse con el liderazgo de los populares había tomado partido por Soraya Sáenz de Santamaría. También se apartaba de la lógica que tras más de treinta años compitiendo para arrebatar a los socialistas la presidencia de la Junta de Andalucía los populares consiguiera su objetivo con el peor resultado electoral de su historia. En 2012 Javier Arenas encabezó una lista que logró 50 escaños; el pasado 2 de diciembre el PP de Moreno Bonilla se quedó en 26. Y, sin embargo, si todo sale de acuerdo a lo previsto en el pacto con Ciudadanos y contando con el apoyo de Vox, a mediados de la próxima semana Moreno Bonilla será el nuevo inquilino del Palacio de San Telmo.
La política no sólo hace extraños compañeros de viaje o de cama, también se complace en las paradojas. Situaciones imprevistas a las que vamos a tener que ir acostumbrándonos visto que hay nuevos actores sobre el escenario de la política española De hecho, tenemos un ejemplo anterior que cumple todos los requisitos de lo inesperado en puertas de lo que a primera vista parecía imposible. Me refiero al ascenso de Pedro Sánchez a la Presidencia del Gobierno. Desahuciado por las urnas (con él al frente el PSOE alcanzó 84 diputados, su peor resultado) y defenestrado posteriormente por el sanedrín de barones del partido, resucitó en unas elecciones internas para instalarse en La Moncloa merced al ascensor de una inopinada moción de censura. Allí sigue y con la confesa intención de agotar la legislatura. Eso sí, sin arriesgarse a pasar por las urnas.
Son, ya digo, paradojas o burlas del destino que nos transmiten la idea de que en política nada es del todo lo que parece. Hay partidos que hoy parecen enemigos irreconciliables y mañana firman acuerdos que parecían inalcanzables. Por todo lo apuntado y sin entrar en el mundo de los sondeos de intención
El CIS de nuestros días los ha convertido en lo más parecido a un cuento de hadas para las expectativas socialistas-, conviene no dar nada por sentado. Ni las encuestas ni el porvenir de los liderazgos actuales. Hace un año nadie podía pensar que Mariano Rajoy volvería a su oficio de registrador de la propiedad y a fecha de hoy no se puede asegurar que pese a los aspavientos y exigencias inconstitucionales de los diputados separatistas no acaben votando a favor de los Presupuestos de Sánchez. Atención al futuro porque ya no es lo que era.
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