Las abnegadas chicas del cable

José Luis Masegosa
14:00 • 14 ene. 2019

Durante más de medio siglo han representado un icono urbano que ha aderezado el paisaje de las calles y plazas de los pueblos y ciudades almerienses, aunque sus orígenes son centenarios. A lo largo de los años han prestado un indiscutible servicio público en las comunicaciones telefónicas. Estos curiosos habitáculos acristalados, sostenidos con aluminio, en una primera etapa, y reducidos a un minino cobertizo para la cabeza en épocas más recientes , cohabitan en peligro de extinción. Su existencia atesora una interminable galería anecdótica que recorre nuestra geografía de punta a rabo. Inspiradora de la histórica cinta cinematográfica de su mismo vocablo, dirigida por Antonio Mercero junto a José Luis Garci y protagonizada por José Luis López Vázquez, la cabina telefónica está destinada a desaparecer y, de hecho, debería haber muerto con el inicio de este nuevo año, pero una moratoria administrativa la mantiene aún dentro del Servicio Universal de las telecomunicaciones. El escaso uso de este servicio, debido a la masiva utilización de la telefonía móvil, y el alto coste de su mantenimiento han sentenciado su final. La agonía está prescrita para las 260 cabinas que aún quedan en pie en nuestra provincia, de las que la mayoría, 185, sobrevive fuera de la capital. El calendario será implacable con las emblemáticas cabinas telefónicas si no se adoptan y autorizan otras alternativas para su conservación, como sucede en otros países, caso de Alemania, donde se han recuperado como mini bibliotecas públicas.


Si la extinción de las cabinas supondrá un antes y un después en la historia de la comunicación telefónica, la desaparición de las centralitas manuales -hace ahora una treintena de años del cierre de la última, en el municipio granadino de Polopos- y de sus profesionales, las telefonistas, representó mucho más en la dilatada trayectoria del servicio de las comunicaciones en España. La llegada de las primeras centrales manuales, en 1881, trajo la figura de los profesionales que se encargarían de las mismas, que en los primeros años fueron varones, “los chicos del cable”. La inadaptación masculina al estresante trabajo de las centralitas propició la ocupación de las mismas por parte de las telegrafistas,  las originarias telefonistas, unas eficientes, abnegadas y entregadas “chicas del cable”, que mantuvieron activa la comunicación telefónica hasta la automatización generalizada, concluida en 1988, a las que nunca se les ha reconocido suficientemente el servicio público prestado, sobre todo en zonas rurales y pequeñas localidades.


Antes de la contienda civil, el Ayuntamiento orialeño había recabado la aportación vecinal para la instalación del teléfono en mi pueblo, a cuyo fin contribuyeron algunos acomodados vecinos, entre ellos don Manuel Martínez, seglar beatificado en 2015, quien aportó 50 pesetas en junio de 1936. Concluida la contienda civil llegó la centralita manual, de la que se hizo cargo por designación del alcalde, Jesús Reche, una de aquellas “chicas del cable”, Antonia Cruz Carrión, que  durante los cuarenta años de existencia de la centralita manual fue su única telefonista. La atención pública que desempeñó iba más allá de sus propias funciones, entre las que se incluía la de telegrafista. Compartía casa la central con el juzgado, dado que su padre era el juez. Más adelante, la casa de “Antoñica la del teléfono” se convirtió en centro social y neurálgico del pueblo, donde se tramitaba y recepcionaba el correo, se recibían y encargaban medicacinas, se gestionaban encargos varios de toda índole, pero sobre, todo se generaba un inmenso calor humano en torno a aquella acogedora chimenea y la mesa de camilla, siempre  abierta al vecindario, donde nunca faltó la buena conversación y el entretenimiento diverso. El estruendoso timbre de aquella centralita no suena desde hace cuarenta años, pero el cariñoso y entrañable recuerdo de Antonia Cruz –“La madrina”-, como el de todas las telefonistas que fueron en nuestro país, permanece en la memoria de sus abonados porque aquella genuina y única “chica del cable” atiende aún las llamadas  donde quiera que esté







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