“Que no nos quiten lo que es nuestro”

José Fernández
14:00 • 16 ene. 2019

En política, lo que determina las biografías y las trayectorias no es tanto el modo en que se accede a los cargos como la forma y manera de salir de ellos. “La Piquer no canta más”, escribió doña Concha con su pintalabios sobre el espejo de su camerino en Isla Cristina, después de haber desafinado en una copla durante su actuación. Eso es irse como una señora. Pero la todavía presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, se ha despedido del puesto con un arrebato escénico que es muy difícil de no interpretar como un telonazo infame e impropio de quien, todavía por unas horas, debe personificar la dignidad institucional de una Comunidad Autónoma española como Andalucía. Cerrar su ciclo político al frente de la Junta azuzando y organizando la algarada contra el nuevo y legítimo gobierno PP-CS no es más que un reflejo -el último- del modo tribal con el que Susana Díaz ha sostenido la dinastía clientelar del socialismo en nuestra Comunidad. Acorralar una investidura nacida legítima y democráticamente de las urnas en las que los andaluces depositamos libremente nuestros votos no sólo es una excrecencia democrática: es la supuración intelectual de un partido aún paralizado por la estupefacción de verse en una situación -la del desalojo político- considerada tan improbable por ellas y ellos como la unificación del Sevilla y el Betis en un único equipo. La prueba de esa sensación de incredulidad es que la propia Susana Díaz escribe esta idea-fuerza esa bochornosa llamada a las barricadas: “No vamos a aceptar que nadie nos arrebate lo que es nuestro”. Lo que es suyo. Y esa es la clave de los casi cuarenta años de gobiernos socialistas en la Junta de Andalucía: la patrimonialización del poder y los efectos de la sensación de impunidad que generan las herencias por decreto: corrupción, clientelismo y enchufismo. Pensaban que esto era un cortijo y que además era suyo a perpetuidad. Pues no. 






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