Madrigales, cantigas, motetes… y flamenco

Antonio Felipe Rubio
14:00 • 18 ene. 2019

Una de las cualidades que han venido tradicionalmente adornando a la izquierda más radical, y por ende más inculta, es la fascinación por adecuar la historia a su conveniencia insertándola en su fecundo reducto de falsedades y manipulaciones. Ahora, tras las “revelaciones” de Teresa Rodríguez (Podemos), queda zanjado el debate sobre el nacimiento del flamenco como género musical, datándose con inequívoca exactitud en el reinado de Isabel y Fernando.


Sí, una vez más, los Reyes Católicos son los responsables de esta inédita tropelía que viene a sumarse a las ya conocidas del “genocidio” del Descubrimiento. Afortunadamente, Fernando Martínez (Memoria Histórica) ya tiene argumento para incrementar la subvención a su Festival de Música Renacentista y Barroca en Vélez Blanco: madrigales, cantigas, motetes… y ¡flamenco! Tremendo coupage. Lo nunca visto y oído.


La sucesión de citas, frases hechas, fantasmas del pasado y escenarios comunes son el rancio combustible que pretende encender a las masas radicales de la izquierda reaccionaria: “grandes corbatas y corazones pequeños”; “no nos tiendan la mano y quítennos las manos de encima”… Oh, qué belleza argumental. Conmovidos y transidos por la emoción, ahora decimos que los Reyes Católicos intentaron eliminar el flamenco y encontramos un nuevo estigma que asocie a la derecha -la actual- con la persecución de los gitanos y la consecuente destrucción del flamenco. A la izquierda radical les quitas los Reyes Católicos, Colón, Franco, los ricos, los banqueros… y el flamenco y no saben armar un discurso mínimamente coherente. 



Hablando de coherencia, es muy lamentable que Susana Díaz haya desaprovechado una oportunidad histórica para dignificar la actual lamentable imagen de un partido que, en mayo, cumplirá 140 años. Decía la presidente saliente que fue la Transición y Suárez los que pasaron página a Franco y al franquismo. Pero Susana olvidó que fue Zapatero quien recuperó el fantasma; y es Sánchez quien ahora lo procesiona con enfermiza vocación revanchista. No ha existido jamás tanta obsesión paleofranquista ni tanta rivalidad entre PSOE y la extrema izquierda para insertar a Franco en el discurso “progresista”. 


Superstar Susana se va, pero avisando a Pedro Sánchez de que va a seguir como superstar andaluza. Y lo hizo con la miserable manipulación de la mujer, convirtiéndola en munición o empalizada para amenazar y emponzoñar la “toma” de la Junta por las “derechas involucionistas” que, como se ha demostrado -no hay nada más elocuente que la realidad indeleble-, han sido esas denostadas derechas las que han protagonizado una jornada histórica serena, elegante, respetuosa y digna. Al contrario, las izquierdas de mal perder, reaccionarias y escracheadoras han alentado, organizado y sufragado cencerradas que se han extendido por la geografía nacional (magnífico alarde exportador andaluz) para avisar a Pedro Sánchez de que en Andalucía queda mucha Susana por batallar. 



Cuestión aparte es el caso del SOC/SAT de Gordillo, Cañamero y “El Pancetas” que pretendieron rodear el Parlamento de Andalucía… pero llegaron tarde. Es tan arraigado e inherente a su condición que, teniendo en todo el día sólo una cosa que hacer, llegan tarde. Jamás la metáfora de dar un palo al agua encontró mejores registros que el relato de los sindicalistas llamados “trabajadores” que, impuntuales y fatigados, se esforzaron enlazando sus curtidas manos para sostener sus cuerpos enjutos por el obligado estajanovismo de la clase opresora. Es pa mearse. 


La batalla del lenguaje y el discurso políticamente correcto no era una anécdota. Tanto arrogarse el patrimonio exclusivo para la izquierda de conceptos como democracia, progresismo, libertad, igualdad… que, llegado el momento de demostrar esos valores tan cacareados, son los primeros en dar el espectáculo cuando se les acaba el ciclo de sus “apropiaciones” institucionales. Tanto señalar a la derecha como golpista, antidemocrática, involucionista… que estos progresistas salvapatrias llegan a creérselo, y se sienten en la necesidad de evitar el sufrimiento que pueden infligir otros gobernantes estigmatizados con el marchamo de fascistas, herederos de Franco y primos de Isabel y Fernando.  





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