P oca sorpresa me ha supuesto, en lo personal, la ruptura de Iñigo Errejón con su antiguo aliado Pablo Iglesias. Todos lo veníamos pronosticando desde hace tiempo, y en alguna ocasión he tenido la posibilidad de preguntarle a Errejón cuándo pensaba dejarse de cautelas y sigilos y romper abiertamente con el Podemos que surgió de Vislategre 2, con la pareja iglesias-Montero en el podio triunfal.
Lo importante no es qué consecuencias vaya a tener para las elecciones autonómicas y municipales en Madrid ese desmarque de Errejón con respecto a Podemos, alineándose con el caballo quizá ganador de Manuela Carmena. Lo importante, a mi juicio, es qué consecuencias va a tener ese paso de una de las personalidades más atractivas en su espectro político a la hora de la recomposición de la izquierda. Una izquierda, la española, que ya no puede seguir así.
Ya en noviembre de 2017, publiqué un libro, 'El Desengaño', en el que me autodefinía "yo ya no sé si soy de izquierdas o qué", abogando por una nueva alineación de las tesis políticas progresistas en torno a figuras como -entre otros muchos, claro-- Errejón, y señalando que "Iglesias y Errejón son dos polos distintos que se atrajeron en algún momento y ahora se repelen". Quienes en enero de 2016 fueron presentados por Iglesias como los componentes más cercanos del Gobierno que él quería formar con Pedro Sánchez, es decir, Doménech, Bescansa, Errejón, Monedero, Luis Alegre, ya están, por unas u otras razones, abiertamente enfrentados con la que alguno de ellos llama 'la pareja gobernante' y con su 'jefe de personal', el 'duro' Pablo Echenique.
Podemos se desarbola y no solamente en Madrid, Galicia, Cantabria y Cataluña. En Andalucía, la distancia entre Teresa Rodríguez y Pablo Iglesias se agranda. Y el secretario general de la formación morada, en un momento de plausible alejamiento político por motivos muy justificables de conciliación familiar, no es capaz de ofrecer una respuesta ni de afianzar su alianza con el PSOE que representa Pedro Sánchez y que cada vez se reconoce menos en el socialismo de algunos 'barones', comenzando por la 'ex baronesa' Susana Díaz. Veremos si próximamente la desde ahora ex presidenta de la Junta de Andalucía no levanta bandera contra Sánchez, a quien no ha dejado de aborrecer, por motivos no solamente personales, desde que se conocieron.
Es urgente una refundación del socialismo y, en general, de las tesis de izquierda. Porque ni este PSOE puede ser el mismo que hace treinta y siete años, con Felipe González, conquistó La Moncloa, ni este Podemos puede ser el mismo, alborotador, alegre y como de mayo del 68, que tomó el timón de los descontentos e indignados del 15-m de 2011. Y mucho menos puede representar el sentimiento de los progresistas de este país la extraña 'coalición de hecho' PSOE-Podemos, basada en acuerdos sin transparencia, en alianzas soterradas con los separatistas -no, Pablo Iglesias no puede negociar con Puigdemont en nombre del Ejecutivo de Sánchez-- y en cesiones presupuestarias que no pasen por un Parlamento por lo demás como de vacaciones permanentes.
Hace tiempo que pienso que figuras como Errejón, José Manuel López, Carolina Bescansa, Tania Sánchez, Lorena Ruiz-Huerta, Elisenda Alemany o Xavier Doménech, por poner apenas algunos ejemplos procedentes de Podemos, deberían constituir la savia nueva que regenerase un PSOE demasiado anclado en tesis conservadoras, por un lado, y en personalismos ambiciosos disfrazados de 'gauchisme' por otro. Y no digo yo, fíjese, que esa alianza, en la que deberían entrar a formar parte escindidos de Izquierda Unida como el grupo Actúa de Gaspar Llamazares, no pudiese estar liderada por el propio Sánchez, al menos de manera coyuntural y siempre que el presidente 'centre' sus ideas, junto con otras figuras que suscitan un universal respeto, como Angel Gabilondo, un muy serio candidato a ocupar la presidencia de la Comunidad de Madrid.
Veremos qué resulta de este batiburrillo. Pero la alianza Errejón-Carmena es demasiado coyuntural, excesivamente puntual y finalista. Es preciso ampliar los conceptos de izquierda para que no le ocurra a la española lo mismo que a la francesa o la italiana, que ya hemos visto dónde han acabado. Y, viendo pelar las barbas del vecino, conviene remojar las propias, no para perderlas, sino para ponerlas a salvo. Y, si no, que miren a la convención del Partido Popular que se celebra este fin de semana en medio de un clima como de euforia por triunfos futuros de 'la derecha' -y, por lo demás, nada ciertos- en las urnas, y que se pongan las pilas: a este paso, la izquierda, ante las múltiples elecciones que nos vienen, está seriamente tocada.
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