La reindustrialización

Antonio Felipe Rubio
14:00 • 25 ene. 2019

La decisión era irreversible. Cuando una multinacional programa ajustes en materia de rentabilidad y decide la solución -por muy dolorosa y dramática que curse-, raramente accede a enmendar su determinación, aunque el drama socioeconómico se acompañe de agitación social y mediática. El riesgo calculado para este tipo de decisiones ya está más que diseñado y normalmente alcanza a prever potenciales escenarios que exceden de las presuntas soluciones, incluidos los conflictos que pudiesen eclosionar. También es cierto que en la resolución de estas crisis se calculan posibles salidas beneficiosas que podrían llegar desde las administraciones públicas que, según los intereses, coyunturas electorales, políticas populistas… o simplemente mintiendo pueden aportar a la multinacional una posición de privilegio con el concurso, el aplauso y el dinero de todos. Todo depende del momento propicio en el que el gobierno de turno mantenga sus propios intereses a cobijo de crisis socio laborales que puedan salpicarle, para lo cual, aporta soluciones al precio que sea y con inusitada urgencia; otra cosa es la veracidad, viabilidad y conclusión de las apresuradas promesas.  


Poco importa lo que se plasma en intención de proyectos para nuevos polos de desarrollo, polígonos industriales y la “reindustrialización” de zonas en las que ha periclitado una determinada actividad que conduce al cese de actividad y un considerable número de trabajadores al paro. Poco importa la cantidad de millones de euros anunciada y los puestos de trabajo que dicen mantener con estas iniciativas de aluvión que -ojalá no sea el caso-  pretenden sosegar la inquietud actual que, con el paso del tiempo, tenderá a desvanecerse o a caer en manos de otros responsables políticos a los que -ahora sí- exigirán el cumplimiento de los compromisos anunciados en su día como un infame bluf. 


Almería ya conoce y padece los diferentes embelecos que se han anunciado con la fanfarria de la mayor desvergüenza. Recuerden aquella reunión del Consejo de Gobierno de la Junta de Andalucía celebrado en la capital y que concluyó con la anunciada “Lluvia de millones para Almería”… Aún esperamos siquiera un tímido nublo que vaticine tan generosa como falsa precipitación millonaria. O aquel secretario de Estado, almeriense para más señas, Jesús Miranda Hita, que vino a presentar un sello conmemorativo de Correos y, al soslayo, anunció que “el soterramiento de las vías del tren será integral y totalmente asumido por el Ministerio de Fomento”. En fin. Podríamos recordar unas decenas de proyectos que, aun firmados y aprobados en presupuestos oficiales, se han desatendido, ignorado o servido de manipulación a interés sectario: nueva actuación en el Cable Inglés tras 18 años de choteo…   



Ahora aparecen importantes oportunidades para el aprovechamiento industrial de recursos que permanecían inéditos: centrales fotovoltaicas, travertino, áridos… Se habla de millones de inversión, puestos de trabajo y la reindustrialización de una zona cuya mayor “industrialización” ha sido la multinacional que ahora cierra sus puertas. ¿Hay más estólida premiación al fracaso? 


Una de las cualidades que ha de adornar a un gobierno es la de gobernar con perspectiva. Si el Gobierno cuenta con los recursos técnicos y el personal más cualificado para la administración de todo un Estado, ha de prever, anticiparse, generar las ocasiones y aprovechar las oportunidades; así como los recursos naturales, posiciones geoestratégicas, etc. para facilitar el desarrollo e impulsar la actividad económica y la mejora de la sociedad. Otra cosa es reaccionar sólo ante la presión de situaciones predecibles (ya se venía avizorando lo de Cemex). Además, pretenden hacerlo al mejor estilo de aquel gobernante puesto en valor por la izquierda y la extrema izquierda. Sí, me refiero a Franco, ese gobernante “de moda” que se anticipó al gobierno de Sánchez sofocando los incendios sociales y políticos con polos de desarrollo y mejoras en infraestructuras, con la salvedad de que Franco sí cumplió, y satisfizo a vascos y catalanes “inquietos” con el asunto de la identidad nacionalista dotándoles con las mejores industrias, eficientes pantanos, excelentes autopistas… y todos contentos.  



Ahora, ante el anuncio de un cierre de actividad, se sube la apuesta a seis nuevas alternativas. Todo un coupage industrial que, en el supuesto de ser cierto, no lograría asimilar a la totalidad de los trabajadores despedidos, pero consiguió lo pretendido: sosiego transitorio. 


Ahora, con el cambio de Gobierno en Andalucía, se abre la veda a la pulsión de exigencias protagonizadas por los anteriores incumplidores, aduciendo que no tuvieron tiempo para materializar sus propias mentiras. Mientras tanto, el tiempo fue enemigo irreversible para trabajadores que perdieron sus oportunidades; y otro nuevo espejismo para Almería.





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