Esto que sigue no es una autocita. Pero quiero hablar de Fernando Jáuregui, periodista. Sí, un amigo y colega, venezolano y residente en Caracas, que sucede que se llama como yo. Nos calificamos, bromeando, de 'primos' y le he invitado a visitar 'nuestra Euskadi', como antes le invité a mi Cantabria. Nos hemos reído mucho ante algunas confusiones que han provocado las identidades de nuestros nombres y apellidos, y su hija, una encantadora joven muy progresista, pasó las Navidades en mi casa madrileña porque ha decidido no volver nunca 'allá' hasta que ella sienta que tiene oportunidades de vivir y desarrollarse en el país de sus padres, de sus abuelos. Que no, no es el país en el que el común de las gentes come tres veces al día.
Si traigo aquí a 'mi primo' -cuántas gentes, y no solamente en Canarias y el País Vasco, tienen 'primos' en Venezuela, en tantas naciones iberoamericanas-es precisamente para eso: para subrayar la identidad que, guste o no guste a ciertas sensibilidades nacionalistas, tenemos con una nación que sufre. El Fernando Jáuregui de allende los mares no toma públicamente partido, porque para él la información ecologista es lo primero, casi lo único. Tiene una personalidad reconocida por el régimen chavista y también por la oposición. Pero, reitero, su hija pasó el día de Navidad en mi casa española, y en España piensa quedarse, hasta que se despejen las intensas brumas.
Por eso lamento tanto que ni la diplomacia de mi país, ni, me temo, los servicios secretos, ni los empresarios con intereses allí, ni, claro, los medios, nos hayamos enterado de que alguien de treinta y cinco años, llamado Juan Guaidó, cuyo padre ejerce de taxista en Canarias para sobrevivir, de pronto se ha proclamado presidente de la República de Venezuela, para sustituir por la vía de los hechos a Nicolás Maduro, que está haciendo inviable la pervivencia de la normalidad en el muy querido (por nosotros, españoles) país latinoamericano.
Y lamento aún más que las fuerzas políticas de mi país, España, se mantengan divididas acerca de qué hacer con y en Venezuela: según quién gobernase de este lado, hemos intentado apoyar un golpe de Estado contra Chávez, hemos intentado mediar entre Maduro y una oposición a veces inoperante, hay quien, simplemente, elogia más allá de lo razonable a los bolivarianos. El caso es que nuestra diplomacia, nuestros gobiernos, se han mostrado incapaces de liderar la acción de la Unión Europea no ya en América Latina, sino ni siquiera en Venezuela. Y nos ha faltado la generosidad suficiente para poner en marcha una especie de 'plan Marshall' para paliar el sufrimiento de tantos refugiados, políticos y por hambre, que tratan de escapar del régimen bolivariano. Los más afortunados, ya han llegado a costas españolas. Otros...
Lo de Guaidó ha pillado aparentemente a contrapié, todo lo indica, al Gobierno de Pedro Sánchez, atento a otros frentes, internos y externos. Y, así, nuestra diplomacia, que parece últimamente algo alicaída, ha reaccionado, si es que ha reaccionado, tarde. Pero aún queda tiempo. Y no, no he querido llamar a Fernando Jáuregui en estas horas. No es fácil, lo sé, ser periodista en Caracas en estos momentos. Una de las dos venezuelas ha de helarte el corazón, querido primo. Y nosotros, en las nieves de Davos o a saber dónde.
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