Cada vez que puedo vuelvo a la Puerta de Purchena, donde más late el corazón de Almería. Estos días lo he comprobado de nuevo desde el mirador de la antigua casa de los Navarro Moner de la que solo queda su bonita fachada festoneada por ocho balcones y dos cierres acristalados desde donde se contempla en todo su esplendor la casa de las Mariposas y la plaza semipeatonalizada con don Nicolás Salmerón andante y el cañillo sempiterno cambiado de acera. He estado alojado en el HO Puerta de Purchena, un nuevo concepto de apartamento tan moderno y tan internacional que no hay bidé en el cuarto de baño. Pero mi estancia allí de una corta semana me ha hecho ver con cercana precisión cómo ha cambiado Almería en pocos años y cómo la iniciativa de sus gentes ha suplido con creces las carencias inducidas por el aislamiento secular de la provincia.
Hablo con soltura de la maravilla de estos apartamentos porque he pagado mi cuenta y ni siquiera conozco a su dueño.
Cuando llegas, no hay nadie que te reciba o te entregue la llave de la habitación. Todo es on line. Te envían un código numérico a tu teléfono con el que puedes abrir la puerta de la calle, y en el pequeño vestíbulo te espera una especie de cajero automático donde debes hacer el checkin para obtener la tarjeta que te permitirá abrir la habitación. Incluso a los de letras nos resulta fácil esta operación, nueva versión digital de la tradicional escena de registrarse en un hotel.
Digo que este nuevo concepto hotelero es la expresión de la misma modernidad porque una vez instalado en tu habitación compruebas con cuánto gusto se ha decorado la estancia, con qué acierto se han elegido las fotos antiguas de Almería para situar al viajero en el espacio que hoy ocupa este transformado inmueble del siglo XIX, con qué buena mano se ha dispuesto el mobiliario, algunas piezas rescatadas de la memoria, y con qué respeto se ha preservado el viejo enlosado hidráulico del mirador, la cerrajería de su cierre y los mínimos canapés para sentarse y disfrutar de lo que tanto nos gusta: la embocadura del Paseo con su alineada arboleda a cuyo final se adivina el mar.
¡Qué pellizco de Almería en el corazón, allí sentado, mientras el atardecer va cayendo sobre la Puerta de Purchena!
Allí sentado, como tantas y tantas tardes hace más de medio siglo en la sala de esta casa entonces habitada por los Navarro Moner, mientras Mari Nieves le sacaba al piano Rumores de la Caleta y los amigos de Tomasín lo pasábamos divinamente sin móviles, sin tablet ni ordenador jugando a las cartas y a las chapas y haciendo andar el tren eléctrico que Paco Navarro había traído de Londres. Era el recuerdo de este mismo sitio sin tener necesidad de morder las magdalenas de Proust. Y vísperas de los primeros guateques que poco tiempo después llenarían de júbilo nuestra recatada juventud. ¡O témpora o mores!
Volver a la Puerta de Purchena desde este prodigioso proscenio ha sido un inmenso placer porque al autor del proyecto se le ocurrió recrear un mundo nuevo asomado a la plaza de nuestros amores en lugar de haber caído en el lugar común de restaurar lo irrestaurable porque las emociones no tienen restauración y esa casa era una pura emoción para quienes la conocimos y la llevamos siempre en el alma.
El valor de esa casona no era su maltrecha arquitectura sino el intangible etéreo del espacio, como lo hubiese versificado Juan Ramón Jiménez. Y un inteligente arquitecto lo ha metido entre sus nuevas paredes.
Almería, demasiado anciana, lejana y sola, olvidada y preterida vieja dama, necesitaba de iniciativas tan creativas como este HO que parece un acantilado del XIX sobre una ciudad que quiere progresar con los tiempos, sacudirse la indolencia y también la manía de criticar a todo lo que se mueve. Se lo dije a nuestro joven alcalde, Ramón Fernández-Pacheco Monterreal, comiéndonos unas imponentes migas bien tropezadas en compañía de José Antonio López Alemán y Juan José (Nino) Giménez, a la espera de poder repetirlas con Fausto (Titico) Romero-Mihura. El gancho de la gastronomía, que también es modernidad de la buena, va a hacer más por Almería que cien ministros de Fomento incapaces a lo largo de un siglo de acercarnos en tren al resto de España.
Ya ven: no he perdido el tiempo al volver a la Puerta de Purchena. Laus Deo.
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