La peligrosa moda de los mercadillos emocionales

Miguel Arranz
00:33 • 09 feb. 2019 / actualizado a las 07:00 • 09 feb. 2019

De un tiempo a esta parte, se han multiplicado los negocios, no solo en Almería si no en el resto del país, donde se ofrecen supuestas terapias alternativas todas ellas acompañadas con adjetivos como naturales o saludables así como prefijos como bío o eco. Unas terapias cuya práctica cae peligrosamente en el ámbito del intrusismo y juegan con ese bien tan valioso que es la salud. La psicología, desde hace unos años, es una disciplina reconocida como sanitaria y, por ello, amparado su ejercicio en el cumplimiento de las mismas premisas científicas que cualquier profesión de su mismo ramo.


Esta nueva ola de terapias alternativas que invaden tanto la medicina como la psicología está teniendo un amplio eco en muchas esferas de la población donde la formación del consumidor de estas terapias va desde los estudios primarios a superiores. Hecho este que sorprende de entrada pues se supone que una mejor formación académica debería proteger a la persona de caer en estas terapias sin evidencia científica y con el claro propósito de confundir mediante un lenguaje lleno de buenas palabras pero que sin embargo, calan y se introducen cada vez más en los sistemas educativos.


El cerebro espiritual, como bien denomina Francisco J. Rubia, dispone de estructuras que, cuando son estimuladas, son capaces de generar experiencias espirituales, místicas, religiosas, numinosas o de trascendencia. Ese área cerebral difiere en cada apersona, siendo para unos una necesidad perentoria su estimulación en momentos de su vida y para otros, algo que no toman muy en consideración.  Esa necesidad de llenar ese área hace buscar donde poder saciar esa dosis de espiritualidad en una época esta donde la religión está en franca decadencia y es ahí donde suelen aparecer, como los mercaderes de un mercadillo de las emociones, supuestos terapeutas y maestros que, mediante reclamos llamativos, llevan a una situación que bordea (sino es que se meten de lleno) el fraude y el engaño. Flores de Bach, regresiones, constelaciones familiares, equilibrado de chakras, terapias cuánticas y otras técnicas extravagantes son cada vez más visibles en publicidad que invaden fachadas, farolas y portales y que venden como la solución los problemas de la mente. 



Para el psicólogo colegiado que en teoría debe ejercer su trabajo con terapias basadas en la evidencia científica, la tarea es ardua pues a la par que estas modas neoespirituales invaden la sociedad debe luchar también contra el estigma de que todavía no sea muy aceptado el ir a la consulta de un psicólogo. Así, falsos psicólogos autodenominados terapeutas que se enmascaran en técnicas y teorías de débil evidencia científica como la Gestalt o la meditación o que directamente se comportan como nuevos chamanes visten su fraudulento tratamiento como psicológico y como algo que parece aceptarse con más naturalidad y que no provoca ni el rechazo ni el recelo del prójimo. Un negocio que debe ser inspeccionado y vigilado por una sociedad democrática que garantice unos servicios de salud dignos pues en primer lugar, suplantan una profesión sanitaria y, por lo tanto, pueden atentar contra la salud. Y segundo, porque entran en el ámbito del intrusismo y donde el perjudicado principal es el consumidor y, por extensión, el profesional de la psicología que debe invertir mucho tiempo y dinero en formación y en el ejercicio legal de su profesión y que se ve abocado, cada vez más por desgracia, a no poder vivir de su trabajo.





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