Los adjetivos tienen valor porque consideran a las palabras. Las pulen y las tallan hasta dar forma a los pensamientos que configuran las ideas. Pero conviene medir bien su uso, para evitar que la sobrecarga expresiva ahogue el mensaje. Así lo explicaba Juan Ramón en su famoso verso: “No le toques ya más, que así es la rosa”. No insistamos.
Dejemos fluir las cosas en su imagen natural sin necesidad de aderezos de palabras. Y así las cosas, es normal que algunos se agarren a esa espina ardiendo que fueron las declaraciones de Pablo Casado sobre el Presidente Sánchez, para tratar de rebajar la trascendencia de la concentración prevista para hoy en Madrid contra la humillación independentista asumida por el genuflexo y calamitoso inquilino de Moncloa.
Y puede que sea hasta normal que en una sociedad que apenas alcanza a manejar contraposiciones del nivel “chungo/guay”, rescatar la palabra “felón” parezca un gesto extravagante, pero mal haríamos si nos limitásemos a medir lo que hoy está pasando en la capital de España desde la semántica, ignorando su relevancia política. Hay muchas e importantes razones por las que estar hoy en persona o en espíritu en esa concentración de personas sin complejos, hartas de las constantes cesiones ante un independentismo tan insensato como destructivo. Pero no es el exceso de adjetivos lo que hace salir a la gente a la calle.
Es la estupefacción ante la irresponsabilidad de este sedicente Gobierno lo que ha conseguido poner de acuerdo a partidos dispares que han aparcado diferencias para unirse en torno a una idea constitucional de España en la que nadie tiene más derechos que nadie. Una defensa de la igualdad real que nada tiene que ver con ese “clima nauseabundo” que proclaman los nacionalistas vascos, que se relamen con paciencia esperando su turno en el despedazamiento que propician sus compañeros catalanes y que consiente el insólito y desleal presidente del Gobierno. Por eso, aunque no esté, estoy.
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