Miles y miles de litros de zumo de naranja degustados por los miles de visitantes que cada año vienen asistiendo a la fiesta. Miles y miles de kilos de naranjas colgadas en los naranjos del hermoso valle del Andarax, esperando que llegue un comprador y las pague. Miles y miles de agricultores que ven como cada año las naranjas, sus naranjas, no pasan de los quince céntimos el kilo. Y mientras usted va a una gran área comercial y vemos que las naranjas que allí se ofrecen son de cualquier punto del orbe, por muy lejano que este sea. Y las nuestras, las de Almanzora y las del Andarax esperando que les llegue un mínimo precio que les permita a los agricultores mantener su producción.
Cuentan que la famosa globalidad tiene estos problemas, nos comemos naranjas de medio mundo, y a qué precios, mientras las nuestras, las almerienses, se secan en los naranjos. ¡Ay, la tristeza! Eso nos dijo hace años, que las naranjas de Almería estaban tristes y se perdieron entre miedos, tristezas y morosos miles y miles de naranjos. Se recuperó algo el mercado y volvió la alegría y en algunos valles de nuestra provincia florecieron los naranjos y el aroma del azahar retornó a los campos. Se había acabado la tristeza, parecía decirnos el aroma que llegaba hasta las ventanas de los cortijos. Poco, muy poco ha durado la alegría.
Ahora ya no sabemos si es la tristeza aquella que se apoderó hace años de nuestros naranjos, o es la puñetera globalidad la que pone la triste y dramática nota en los precios que recibe el agricultor por sus kilos de naranjas, Mi vecino Pepillo tiene las mandarinas sin coger, ahí están, esperando que alguien se interese por ellas y las pague. No es el primer año que piensa en arrancar los mandarinos, pero le duele hacerlo, tanto, que cada año pierde dinero con ellos, cada año se promete quitarlos, pero al final, ay, al final le puede más el sentimiento y cariño por sus mandarinos y vuelve a esperar a que la próxima campaña se pueda levantar el precio. La ilusión es lo último que se pierde en el campo. Y como mi vecino Pepillo cientos, miles de pequeños naranjeros almerienses que cada temporada viven la misma situación, la misma ilusión, esa que se desbordaba el pasado domingo en Gádor con miles y miles de hombres y mujeres en defensa y disfrute de la naranja del Andarax.
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