La fotografía de los tres tenores en la plaza de Colón de Madrid ya siempre acompañará al partido de Albert Rivera. Ese momento ‘Premium’ que vivió el líder de Ciudadanos, junto al faltón de Casado y el radical de Abascal, ha quedado impreso en la retina de todos los españoles y las españolas como la muestra inequívoca de que el acuerdo al que llegaron en Andalucía solo es un anticipo de lo que viene por delante.
Si el pacto en nuestra comunidad se llevó a cabo detrás de una cortina, el que planean para España ya no requiere de escondites. Todo está a la vista: las derechas se entienden con la ultraderecha, la blanquean, la normalizan y la presentan en sociedad en una fotografía que resulta ‘francamente’ preocupante.
Alarma la claudicación ante las noticias falsas que la derecha radical ha difundido sobre el feminismo, la violencia de género o la inmigración. Espanta ese revanchismo reaccionario, el odio flemático que se destila en cada declaración, en cada comentario.
Afortunadamente, todo tiene un límite y ese límite se llama decencia. En este país hay mucha gente decente que se levanta cada día con la esperanza de que le toquen la moral lo justo. Gente que aspira a tener –por qué no– un mejor sueldo, unos mejores servicios públicos, la tranquilidad que da una sanidad pública de calidad y una educación que permita a sus hijos llegar adonde quieran. La aspiración de cualquiera: un horizonte despejado, sin preocupaciones. En fin, lo normal.
Lo que no parece normal es que se pretenda convencer a alguien de que no hay que subir el Salario Mínimo ni mejorar las pensiones, que es malo recuperar el subsidio de desempleo para los mayores de 52 años o que es un disparate aumentar las inversiones en becas o en la Dependencia. A todas estas medidas se ha opuesto la derecha.
Partido Popular, Ciudadanos y los partidos independentistas catalanes se han dado la mano para impedir que se tramite el proyecto de Ley de Presupuestos Generales del Estado en el Congreso de los Diputados. Al rechazarlo, han echado también para atrás importantes inversiones para la provincia de Almería, como los 525 millones de euros que se iban a invertir en la construcción del AVE entre Almería y Murcia, tras el parón de 7 años que sufrió esta infraestructura durante el gobierno del PP.
Estas cuentas iban a permitir, entre otras cosas, sacar a Almería de su aislamiento en materia de comunicaciones. Sin embargo, Casado y Rivera han preferido castigar de nuevo a Almería, privándola de las inversiones más importantes que se habían planteado históricamente para nuestra provincia. Ver para creer.
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