Uno de los recursos cuasi retóricos que nos suelen adornar en animadas conversaciones o en textos de distinto género literario es la cita adjudicada al protagonista equivocado. Esta escasa precisión se afianza en el receptor (oyente, lector…), especialmente viniendo de personas presuntamente formadas o transmitidas por medios de comunicación de “reconocido prestigio” -calificativo equívocamente atribuido a los medios de difusión nacional-.
Afortunadamente, en el habla andaluza hay recursos para eludir la precisión en las atribuciones de citas históricas o “sentencias” populares. Baste decir “como diría aquel…” para que la acepción perpetrada encuentre encaje histórico y establezca paralelismo con la idea que pretendemos expresar. Además, la profusión de citas en alusión a notables del mundo de la literatura, arte, ciencia, política… denota un poso cultural que sitúa al ponente en una posición preponderante, como de muy leído. El problema es que las aplicaciones de Smartphone de citas famosas o frases históricas, así como las ávidas lecturas de solapa, suelen obnubilar arrollando con un acervo cultural bastante superficial; pero efectista a la postre.
No es la primera vez que Santa Teresa ha sido requerida para subscribírsele el aserto “En tiempo de turbación, mejor no hacer mudanza”. Y qué decir de filósofos clásicos, emperadores romanos, presidentes estadounidenses… y hasta toreros que, en su sabiduría popular exenta de formación académica, han exhortado con elixir de autenticidad. Todos, en alguna ocasión, han sido citados como erróneos autores de la cita recurrente que se suele escuchar cada día con mayor abundancia en los escaños, asestando sus respectivas señorías insensatos golpes de efecto propios de culturetas devenidos en “parlamentarios”.
El asunto del colchón -argumentado como primera “acción de gobierno”-, es determinante para la descripción del personaje. Y, teniendo en cuenta que no se trata de un relato novelado, la ficción aplicada a las vivencias propias es un fraude. Lo cierto es que el colchón lo donó Rajoy a una ONG siguiendo la costumbre en Moncloa de retirar o donar los objetos de mayor uso personal o intimidad. Entonces cabe preguntarse, ¿si Rajoy donó el colchón al salir de Moncloa? ¿A qué coño colchón se refiere Sánchez?
Sánchez ha tenido que leer y dar el okey para la publicación de esta patraña de “manual” a modo de pretencioso tratado tal que Maquiavelo intentaba inducir en Lorenzo de Médici el método para una feliz integración de la fracturada Italia. Todo lo contrario al escandaloso esbozo de “integración” que pretende el coetáneo dirigente con Cataluña. En resumen, si pretenden encontrar un buen manual de resistencia, les aconsejo la sección de Metalurgia: “Resistencia, tenacidad y fatiga de los materiales”.
El colchón, aparte de las oníricas experiencias, da mucho de sí para el paralelismo argumental: colchón medioambiental, colchón económico, colchón de posibilidades… La metáfora también se emplea para adagios populares: “Dos que duermen en el mismo colchón se vuelven de la misma condición”. Magnífica oportunidad para inventar que Rajoy dejó el colchón en el que durmió durante su estancia en La Moncloa para simbolizar la “contaminación” a la que pudiese dar lugar esa indeseable presencia en un lecho -ahora sí- tan digno y progresista. Es una manera muy “democrática” para señalar con un gesto profiláctico la pestilencia de las ideologías contrarias. Aún hay formas más zafias, como la de los “indepes” desinfectando con lejía la plaza de Amer (Gerona) por haber estado allí Inés Arrimadas (Cs). Todo se pega… hasta los procedimientos más fachosos.
El libro no aguanta ni el primer envite. Ya en la primera página alude a San Juan de la Cruz el “como decíamos ayer”, famosa frase de fray Luis de León cuando reactivó sus clases tras casi cinco años de arresto por la Inquisición (publicó partes de la Biblia en el idioma que entendía la gente).
Sánchez ha hecho muy poco por la verdadera autoría del adagio monacal. Lo suyo es más viscoso y elástico: tanto me da un independentista que un filo etarra. Así define su “colchón” ideológico, y confunde entre ilustres frailes y cambio de colchones. O sea, que no se debe confundir lo monacal con Lo Mónaco.
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