El español es un idioma rico en palabras polisémicas y, por ello, una lengua traviesa, pues el significado de muchas de esas palabras es radicalmente opuesto. Por ejemplo, letra vale para definir “signo del alfabeto”, “documento de pago y de crédito”, “texto de una canción”...; cura significa “cuidado”, “curar una herida”, “sacerdote”; gato “animal”, “instrumento para elevar un automóvil”, “palanca”; lince: animal bellísimo, persona inteligentísima... Hay miles de palabras polisémicas, y lista es una de ella, de las más usadas, quizá: relación de algo (la lista del mercado); de personas (de alumnos, por ejemplo); de elementos constitutivos de algo; persona inteligente; lista de Correos; lista de boda; lista negra; relación ordenada de personas integradas en un lista electoral.
En democracia, todos los ciudadanos mayores de edad y sin una resolución legal que lo prohíba, tienen derecho a concurrir a formar la voluntad nacional a través del cauce de los Partidos políticos. Todos los Partidos que acaten la Constitución tienen, pues, derecho a presentarse a las Elecciones.
Lo malo del sistema electoral español es el de las listas cerradas y la Ley d’Hont, en vez del sistema de distrito unipersonal –el de Gran Bretaña, por ejemplo, en que el voto pertenece al candidato votado-, mientras que en el de listas cerradas –el español para el Congreso-, no puede votarse a una persona determinada, sino a la lista entera propuesta por el Partido. Se vota, pues, al Partido, que hará con nuestro voto lo que quiera, no al candidato. Estamos, pues, sometidos a la dictadura de los Partidos –de su Dirección nacional, ni siquiera de la almeriense- que, habitualmente, además, no incluyen en las listas a los más capaces, sino a los más dóciles, lo que casi equivale a decir no a los más inteligentes. ¡Y para votar a uno hay que tragarse la lista entera porque es cerrada e intocable...! Ya se han publicado algunas, y me han recordado la conocida anécdota del banderillero del torero Juan Belmonte que se metió a político y llegó a Alcalde, y cuando el Maestro, de visita en su pueblo, le preguntó “¿pero cómo has llegado a ser autoridad?” le respondió: “pues ya ve, Maestro: degenerando”. Hay listas a las que cuesta calificar de listas.
Y, claro, así resulta que en España la política está en manos no de los más capaces, sino de los más alabanceros, de los más agradaores, de los más leales camarilleros, pues quien rompa la disciplina de voto se suicida políticamente. E, incluso, por ello, de los más desleales, pues la ambición llega a ser incompatible con la lealtad. Aunque, ¿cómo puede ambicionarse tanto el poder por gentes carentes de toda formación política –al trabajo de responsabilidad suele llegarse preparado y con experiencia, lo que implica haber cotizado a la Seguridad Social, y aspirar, sólo, a hacerse profesionales de la política, a vivir sin esfuerzo de ella? Pi y Margall decía: “han sido tantas las amarguras en el poder que no puedo codiciarlo. He perdido mi tranquilidad, mi reposo, mis ilusiones, mi confianza en los hombres, que constituía el fondo de mi carácter. Por cada hombre leal, he encontrado diez traidores; por cada hombre agradecido, cien ingratos; por cada hombre desinteresado y patriótico, cientos que no buscaban en la política sino la satisfacción de sus apetitos. He recibido mal por bien...”
Es verdad que hay ciudadanos que no pueden salvarse como candidatos, y hay que amputar y, si no se hace, puede producirse la gangrena de todo el cuerpo. Son éstos los pesebristas y/o paracaidistas que, a veces, reciben más de lo que, por su valía, se merecen. En Almería, sin ir más lejos, este año, de momento al menos, en Ciudadanos y PSOE: José Manuel Villegas y José Guirao, sus ancestros están ligados a Dalías y a Pulpí pero ellos no son almerienses, en el sentido de vivir aquí, a diario, nuestros gozos y nuestras sombras, y, si yo fuera un poco más ingenuo y crédulo y me creyese –como debería ser- lo que dicen los políticos, diría que Almería no admite cuneros, pues Nono Amate, muy influyente entonces, y buen político, se preguntó en el muy lejano 2004, en “Foro Localia”, cómo puede funcionar un Partido –se refería al PP- que tenía miedo a la confrontación interna: de ideas, de posicionamientos políticos, de la posibilidad de que varias listas alternativas compitieses en un Congreso... “Esto –dijo- no podría ser posible en el Partido socialista”.
Lo fue.
Y ello obedece, en primer lugar, hoy, el odio y el rencor, y ha llegado al 80%. Y no puedo evitar acordarme de lo que Calderón le escribió a don Juan de Austria tras sus matanzas de moriscos: “vienen conmigo / juntos hoy mi venganza y tu castigo; / si bien corridos vienen / de ver el poco aplauso que previenen / los cielos a mi fama, / que esto matar y no vencer se llama”.
La escabechina está siendo mortal. Y curioso el baile de candidatos, que, tal es su arraigo, se ha revelado multisede, como quien dice, multiusos. En cierto sentido lo resumió Adolfo Suárez a los diputados de Almería por UCD cuando se quejaron de que no podían presentarse en su circunscripción traicionando la voluntad de su electorado, el 151 para la autonomía de Andalucia y girar al sistema del 143. Entonces el Presidente del Gobierno y de UCD, les dijo de manera categórica: “Ustedes son Diputados de UCD y de España, no de Almería”.
Hoy, ha proliferado el frentismo con el sonsonete de “las izquierdas” y “las derechas” y, a mi juicio, cada dirigente es peor que su antecesor. Es como si en España hubiese un permanente concurso de peores. Y no sé por qué me acuerdo de que Ortega y Gasset decía “ser de izquierdas, como ser de derechas, es una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser imbécil: ambos son dos formas de hemiplejia moral”. Y lo remataba Azaña: “ninguna política se ha de fundar en la decisión de exterminar al adversario”.
O, de cara a las lecciones, hago mía la exhortación de Alfonso Guerra, que llamó, a sensu contrario, insensato a Pedro Sánchez, y egoísta-egocéntrico, pues le recomendó “que sea muy sensato” y “que tenga en cuenta, sobre todo, los intereses del país”
Sólo aspiro a que, de verdad, las listas sean listas.
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