Ya saben lo que les toca a los agricultores almerienses, esperar y rezar para que los de arriba decidan “miccionar” un poco más por esta seca latitud almeriense o ya podemos ir cerrando el chiringuito agrícola. No podemos depender, dijo el ministro almeriense, de que llueva más o menos en la cuenca del Tajo. Hay que ir a una agricultura sostenible. ¿Y eso en qué consiste señor ministro? ¿Que si no tenemos agua cerramos los invernaderos, dejamos sin regar las lechugas, esperamos de nuevo que a los naranjos del levante les llegue la tristeza? ¿Es eso lo que les está recomendando a los agricultores de Almería? Recuerdo hace años a un gobernador del mismo partido que el señor ministro que ya quiso algo parecido, entonces no se usaba la expresión sostenible, no la habían puesto en valor los políticos, pero en el fondo era lo mismo: no tenemos agua, cerramos el chiringuito, y se quiso prohibir la construcción de nuevos invernaderos. Oye usted a los agricultores y le hablan de los precios agrícolas de Marruecos o Turquía, de los sueldos de los trabajadores o del costo del agua, y es evidente que nuestros productos no pueden competir con ellos. Si encima tenemos que pagar el agua desalada de una forma abusiva, como viene ocurriendo hasta ahora, ya me dirá el señor ministro qué futuro le queda a la agricultura almeriense y especialmente a la familiar. Si no llueve en nuestra cuenca, no podemos esperar agua del Tajo, la de Rules se nos niega desde Granada y la del Ebro que cada año va a al mar, ya nos la negó en su día un tal Zapatero, de infausto recuerdo por estas tierras, creo que el señor ministro, almeriense él, con la influencia que tiene dentro de la cultura nacional, debería buscarles trabajo en museos, bibliotecas y otros centros culturales a todos los agricultores de nuestra tierra. Así tendrían un puesto de trabajo bien regado cada mes, dejarían de necesitar el agua para el invernadero, quitarían los plásticos que tan mala imagen da al campo, plantarían dalias, rosas y claveles y se volverían militantes ecologistas. ¿Y si no hay agua pa las flores? ¿Tampoco pa las flores ministro? siempre habrá un pitaco que plantar que encima nos proteja en los duros meses de calor con su sombra.
Las aguas, me temo, no bajan tranquilas por los cauces almerienses, pero los malditos silencios se impondrán.
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