A muchas personas, la mera alusión a la sangre les produce elevaciones en los niveles de estrés y todo tipo de padecimientos y soponcios. Son las que, por ejemplo, pasan junto al cartel anunciador de la novena parte de “Viernes 13” y sufren así como un amago de parraque. La fobia a la sangre, también conocida como hematofobia, es una de las manías más comunes y estudiadas por parte de los psicólogos, que han desarrollado sistemas y protocolos que ayudan a quienes la sufren a poder llevar una vida normal sin sufrir un vahído cada vez que alguien pida cerca de ellos un filete poco hecho. Y esta reacción, tan aparatosa y gestual, es la que estamos viendo ahora como respuesta a las palabras del candidato del PP, Pablo Casado, cuando afirmó que Sánchez prefiere pactar con quienes tienen las manos manchadas de sangre que con las manos pintadas de blanco. Dos alusiones cromáticas, el rojo y el blanco, como metáforas de lo que hizo la ETA y la condena espontánea de la gente a sus crímenes. Pero la alusión a la sangre ha desatado el borbotón de la crítica estilística, pues nadie o, al menos muy pocos, pueden discutir la capacidad descriptiva de ese argumento para explicar lo que hicieron en su día los precursores de los partidos con los que se apoya -y podría volver a apoyarse- el candidato Sánchez, frente el desprecio y asco que toda esa gente genera entre la amplia mayoría de españoles. Y puede que mencionar la sangre haya excitado la hipersensibilidad de los poco partidarios del realismo sucio, pero no olviden que estos partidos vascos, que no reprueban el uso de las armas para obtener fines políticos, podrían llegar a ser determinantes en un eventual gobierno de España. De momento, los socialistas tragaron sin inmutarse en el Parlamento Vasco que toda esta panda tildase de “nazis” a la Guardia Civil y la Policía Nacional. Y es que no es lo mismo pintarse las manos de blanco que blanquear a los herederos de los asesinos.
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