Soy de los que tienden a no desconfiar (demasiado) de lo que nos dicen los sondeos del CIS. No me gustó el nombramiento de José Félix Tezanos al frente del instituto demoscópico porque pienso que éste debería ser uno de los nombramientos por consenso con la oposición, junto con el fiscal general del Estado, el director del CNI, el presidente de RTVE y, al menos, los presidentes de los organismos de control y de ciertas empresas públicas. Pero, una vez dicho esto, tras haber hablado con un par de expertos y sabiendo que en los próximos días van a aparecer sondeos independientes que, más o menos, dicen lo mismo que el del CIS de este martes, tengo que afirmar: Tezanos tiene, en el fondo, razón en sus predicciones.
Decir a estas alturas que, salvo un vuelco provocado por alguna razón hoy impensable, el PSOE ganará las elecciones y Pedro Sánchez casi podrá escoger a sus ‘partenaires’ para formar Gobierno es casi decir una obviedad. Y, a la vista de lo que predicen las encuestas, empeñarse en afirmar cosas tan, ejem, lineales como que el presidente del Gobierno tiene ‘cistitis’ con esto de las encuestas, no mejora la calidad de la campaña de la oposición. Más valdría que Casado y, sobre todo, Rivera estuviesen analizando por qué los socialistas suben -yo tampoco lo tengo claro, la verdad- y por qué los demás o bajan o se estancan, excepto en la extrema derecha, tema que podría ser argumento para una nueva reflexión en la derecha moderada.
Aseguran que Sánchez podrá forma Gobierno con Podemos y alguna adhe
rencia como el PNV, sin necesidad de contar con el voto envenenado de los independentistas. Personalmente, tengo que decir que la formación morada me suscita no pocos recelos: su líder, Pablo Iglesias, ha pasado, en tres días, de pedir para sí el Ministerio del Interior a proclamar que debe crearse un cuerpo de policías y guardias civiles de elite, ‘al margen de Interior’, para investigar los asuntos de corrupción. O sea, que en setenta y dos horas, se pasa de querer ese importantísimo Departamento a denostarlo como sospechoso de estar en connivencia con los corruptos.
Y más: en pocas semanas, Iglesias, tras su retorno, pasa de una enmienda a la totalidad de la Constitución, proclamando que debe consagrar la República -aboliendo, por tanto, se supone, la Monarquía- a fotografiarse con algo semejante a la Carta Magna del ‘régimen del 78’ y ofertando su mejor aprovechamiento. Eso, simplemente, no es coherencia, y dudo de que Pedro Sánchez, que tendrá que prometer la Constitución actual -monárquica--, deba aliarse en un pacto de Gobierno con quien alberga proclamas programáticas que son como una veleta.
No: Sánchez, y son muchos los que lo esperan, tendrá que convencer a Albert Rivera para que vuelva grupas sobre el difícilmente comprensible ‘no es no’ a cualquier pacto con el PSOE. De aquí o salimos con un Gobierno de coalición de centro-izquierda... O, de lo contrario y de mantenerse las tendencias de los sondeos cuando faltan dos semanas para las elecciones, estamos abocados a un Ejecutivo en el que un Pablo Iglesias como en trance -y ojo que no tengo nada contra Podemos, así, globalmente considerado: el problema es el propio Iglesias- tendrá poder para ejercer su permanente trapecio. O, si no peor aún: correremos el riesgo de tener que repetir elecciones, lo que sería el definitivo fracaso de toda una clase política.
Pues eso: que menos denostar a Tezanos y más empezar a interrogarse en qué hemos fallado, forzando así el acierto del adversario, al que ahora ya le basta con no cometer (muchos) errores. Por eso tiene Sánchez tan poca afición a que le vapuleen, que motivos no faltarían, en los debates televisivos.
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