Parece que la medida de la Unión Europea de introducir un límite fijo de velocidad en los vehículos a casi todo el mundo le parece sensata. Debo ser un plasta que no entiende de estos asuntos, a pesar de llevar conduciendo más de medio siglo, pero a mí me parece que puede entrañar serios peligros.
Conducir un vehículo se basa en tres elementos que deben armonizarse: la dirección, la aceleración y el frenado. Y de la misma manera que a nadie se le ocurriría poner límites al frenado, o inmovilizar el volante para que no pueda girar, parece que limitar la velocidad y dejarla fija sólo tiene aspectos positivos. Pero no siempre es así. Esta misma semana, evité una colisión con una motocicleta, porque al ver que el motociclista me adelantaba por la derecha con intención de girarse, puesto que se había encontrado en su carril con otro vehículo más lento, sobrepasé el límite de velocidad para disuadirle, porque frenar hubiera supuesto que el vehículo que venía detrás de mí se hubiera empotrado contra el mío.
En numerosas ocasiones circulamos por carreteras convencionales a 90 km/h y a la salida de una curva observamos que se va a incorporar un vehículo que no ha respetado la señal de 'Stop'. En esos casos, puede resultar mucho más conveniente dar un acelerón que pegar un frenazo a la salida de la curva. En nuestro Código de Circulación, en el artículo 51, se especifica que se puede rebasar el límite de velocidad al adelantar a otro vehículo. Bueno, pues al imponerse la discutible medida de la Unión Europea, cuando usted vaya a adelantar a 120 km/h a un vehículo que va 117km/h, puede que tarde en adelantarle el mismo tiempo que se precisa para conseguir un huevo pasado por agua. Vamos, que su copiloto y el piloto del otro vehículo, mientras están adelantando, pueden intercambiar hasta el número de teléfono. Hay que evitar accidentes por supuesto. Pero tampoco el alcoholismo se combate con una Ley Seca.
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