Del próximo Presidente del Gobierno, el Dr. Fraude, ya sabíamos que era capaz de encarnar diferentes personalidades en función del cargo que ocupa, un sensacional fenómeno que anunció a la humanidad la ministra Calvo, la que fue cocinera antes que fraila. Y también pudimos conocer que no tiene empacho en hacer pasar por suya una tesis doctoral ajena, cosa que, según el propio Sánchez, invalida para el cargo a los ministros de Alemania pero no a él, que es más alto y más guapo.
Del mismo modo hemos comprobado que no le tiembla la mano al mentir a boca llena y cara dura en un debate electoral afirmando que la carta de un particular era un documento oficial de la Junta de Andalucía. De todas esas cosas, y de algunas más, ya éramos plenamente conscientes. Lo que no podíamos saber, porque lo ha mantenido oculto hasta justo después de las elecciones (una simple casualidad) es que el señor Sánchez ya tenía diseñada una subida de impuestos de esas que hacen necesario darle un sobre de Tanagel a la perra cada seis horas. Qué calladito se lo tenía en los debates, en donde su mala esgrima escondía en realidad un brutal sablazo. El caso es que el Gobierno de la justicia social, de la decencia, de la protección de las clases medias, de las mujeres, de los colectivos más vulnerables y del mundo de la cultura, prevé una subida de la presión fiscal de ¡más de 26.000 millones de euros! en cuatro años. ¿Adivina de dónde va a salir? Y es que no hay nada que guste más a un buen progre que tirar del dinero de los demás para pagar sus experimentos sociológicos. Y así, sube el IRPF, el impuesto de sociedades, el diésel, se crea un impuesto de transacciones financieras y sale adelante la llamada tasa Google. Desde luego, el socialismo siempre es más fácil con el dinero ajeno.
Y es que cuando alguien te pide que le votes para defender tu libertad, generalmente acabas lamentando no haber defendido mejor tu cartera.
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