Añoranzas del viejo cortijo

El viejo dicho de que más vale pedir perdón que pedir permiso no encuentra acomodo en política, y mucho menos en campaña, donde las urgencias y los cálculos hacen precipitarse a más de uno por insólitos despeñaderos. Y aquí es donde entra una vez más la indeclinable vocación de servicio público de este modesto espacio, que es el botiquín de la desmemoria, árnica del tundido y cilicio del penitente. Todo por el mismo precio. Y así, me veo forzado a destacar unas declaraciones del Secretario de Organización del PSOE de Almería, Antonio Martínez, que ha asegurado que los socialistas tienen que ganar la Diputación de Almería para que  “deje de ser un cortijo del PP”. Asumamos que la campaña produce un fulminante efecto desalojador de neuronas, pero eso no es eximente del exceso o de la sobreactuación.

Quien eso decía, milita en el mismo partido que, después de arruinar la Diputación con una gestión en muchos casos delictiva (los compañeros del PSOE que tienen en estos momentos severas condenas de prisión tras su paso por Diputación podrían ampliar esta cuestión mucho mejor que yo) colocó a la Diputación Provincial del PSOE en el palmarés del descrédito y el bochorno nacional: asesores personales del presidente Usero que admitían no conocer al mismísimo presidente; responsables de la gestión sostenible que aseguraban que ellos sólo sabían sostener una botella de cerveza; multiplicación de gastos inexplicables en el festival de cine; morosidad vergonzante con los touroperadores, etcétera.

¿Recordamos el pacto de gobierno con el PAL? En la historia del fotoperiodismo almeriense ha quedado esa  impresionante imagen del presidente-títere Añez leyendo disciplinadamente lo que los socialistas le habían preparado que dijera, mientras la cabeza de un prominente y recordado socialista almeriense fiscalizaba el momento asomando la cabeza tras las cortinas. ¿Quieren que la Diputación vuelva a esa dinámica? Pues ya saben lo que hay que hacer.