Del mismo modo que el erotismo es una metáfora del sexo, las campañas electorales son las figuras retóricas de la política: hay que decir las cosas apuntándolas al trasluz de las palabras. Un ejercicio estilístico que los equipos de campaña hacen, además de para favorecer a sus candidatos, para aliviar las penurias de los redactores asignados a cada partido, saturados ya por declaraciones simétricas y sobrepasados de gerundios florales.
Ya lo apuntaba ayer el Alcalde, Ramón: en estos días se habla mucho de las intensas agendas de los políticos, pero muy poco de las jornadas laborales de los informadores, que a duras penas encuentran minutos para dedicarlos a esa inveterada costumbre que los más prosaicos llaman “vivir la propia vida”. Y vuelvo ahora a la metáfora para advertir, desde la insignificancia, que en campaña conviene medir el uso de los tropos y los diagnósticos, porque luego llega el diablo y los sazona con pólvora. Vean si no lo que ha dicho el candidato de Ciudadanos, Miguel Cazorla, que ha asegurado que su partido se presenta a las elecciones “como alternativa -lo copio textualmente- de la parálisis que ha sufrido Almería.” Y está bien y es legítimo que cada cual diga lo que estime más conveniente, pero, volviendo a la metáfora, el diagnóstico de parálisis -que es una pérdida de la capacidad de movimiento debido a una lesión en el cerebro o en la médula espinal- resulta aún más llamativo si recordamos que la abrumadora mayoría de decisiones tomadas en estos últimos cuatro años por el Ayuntamiento (el del paralís, digo) han sido acordadas con el pertinente, constatable y bien agradecido respaldo de Ciudadanos. El mismo que en su día prestó al PSOE de Susana Díaz.
De lo que un observador medio (tampoco vamos a llevar esto a la Universidad de Stanford) podría deducir que el constante sostenedor de la parálisis se ofrece ahora como alternativa a esa desgracia. No sé. Con muletas así, lo mismo ni José Tomás podría apañarse.
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