El político que hizo época

Antonio Heras Fernández
07:00 • 12 may. 2019

Conocí a Alfredo Pérez Rubalcaba nada más afiliarme al PSOE, en 1998, cuando me invitaron a participar en el equipo de apoyo al candidato a SG Joaquín Almunia. En pocas reuniones con él comprendí perfectamente cómo funcionaba el partido y de qué iba todo. Fue un auténtico lujo, la mejor academia posible. Aquel sobrenombre 'El amo del calabozo' reflejaba perfectamente su gran capacidad y dominio de la maquinaria orgánica y estratégica. Muchos años más tarde, después de un recorrido interno marcado por mi actitud hipercrítica y la única 'adhesión' como figura personal a la de Pedro Zerolo, volví a reencontrarme con él. Fue a principios de 2012, en el Hotel Elba, en aquel acto electoral de las primarias a SG que Rubalcaba acabaría ganando. En el último turno, duramente conquistado, de la parte 'sólo para la militancia' del acto, después de más de una hora de peloteo y adulación por parte de cargos provinciales, mantuvimos el único debate de la sesión, sobre la auténtica democracia interna y la política, de izquierdas, que debía hacer el PSOE. Nada se reflejó en la prensa local sobre ese debate. La información relacionada con Redflexiona brillaba ya, en aquel momento, por su ausencia en los medios. 


Nada más finalizar el acto, ya en el hall del hotel, se dirigió hacia mí y continuamos el debate, a solas, durante unos minutos. Un gesto que define a quien probablemente ha sido el mejor político socialista, en sentido amplio, de la historia postsuresnes del PSOE. Su capacidad de comunicación, de respeto, de diálogo, su humildad, lo definen y hablan de unas cualidades imprescindibles para el ejercicio de la política que desgraciadamente hoy escasean. 

Rubalcaba ha sido, sin duda, una de las mejores figuras de esa generación de representantes de la ‘vieja política’ que hoy están siendo sustituidos por una cohorte de ‘secuelas’ que deberán mejorar mucho para alcanzar el nivel de sus predecesores.  Como cabía esperar de un buen político del bipartidismo, ha servido como nadie al ‘status quo’, al ‘establishment’ y también, quizás por error y/u omisión, a la consolidación de una España con un modelo económico neoliberal del que el PSOE jamás debería haber sido copartícipe ni siquiera precursor. En su haber, su impagable contribución al fin de ETA y su actividad ‘diplomática’ para la dignidad de una clase política que, con el advenimiento de la era Aznar y sus atrocidades, comenzó un deterioro que hoy se antoja casi imparable. Despedimos a uno de los grandes. Descanse en paz







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