A finales de los ochenta del siglo pasado, el técnico italiano Arrigo Sacchi creó en Milán una de las máquinas más eficaces de hacer fútbol. Marcando una línea móvil de acero para establecer el fuera de juego, sus futbolistas asfixiaban la presión del rival en una estrategia que los teóricos del fútbol bautizaron como el achique de espacios. Medir los tiempos, jugar a favor de cronómetro y avanzar la línea de fuera de juego son las claves de un juego quizás no muy vistoso para la grada, pero tremendamente eficaz de cara al resultado.
El paso del tiempo ha demostrado que el achique de espacios no sólo funciona en las competiciones deportivas, sino también en las elecciones, que como todos ustedes saben, vienen a ser como la guerra pero sin olor a pólvora. Achicar espacios para tratar de dejar al rival sin posibilidad de trenzar jugadas es algo tan viejo como el hilo negro. Recuerden por ejemplo cuando en unas municipales de no hace demasiados años, el candidato del PSOE, Nono Amate, aseguró tener la solución del botellón en Almería, pero que sólo la revelaría cuando fuera alcalde. Amate no fue elegido, a pesar de un grosero intento de comprar la voluntad de un partido independiente clave para formar gobierno, y el tercer misterio de Nono no fue revelado jamás. Pero no nos vayamos al pasado. Si se fijan, verán que el Gobierno del PSOE está ralentizando las obras de rehabilitación de la vieja estación de Renfe, a ver si suena la flauta y se la pueden entregar al candidato del PSOE después del 26M. Que esto lo hubiera hecho un gobierno indecente e indigno, contra el que sería justo y necesario montar una moción de censura, se entendería bien. Pero que una pellejería asía la esté haciendo el gobierno de la dignidad, el del respeto por el patrimonio y la cultura y el del bienestar social, pues qué quieren que les diga: que el juego ramplón aburre hasta a los forofos.
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