Entre la paridad y la parida

El relato actual del feminismo, tan ideologizado y excluyente, es un campo de minas para todo aquel que se arriesgue a cruzarlo sin seguir el camino que marcan las baldosas moradas. Y como creo que con este párrafo ya he activado los sensores de la brigada feminoide de guardia, le invito a que agache la cabeza, no sea que le caiga encima alguna de las delicuescencias que mereceré de aquí al final de la columna. Verán: la otra tarde se celebraba un debate sobre el modelo de ciudad en el Colegio de Arquitectos. Era, sobre el papel, una interesante oportunidad para conocer las ideas que sobre el futuro de Almería tienen quienes aspiran a ostentar su cargo más importante. Y es que aunque todo el mundo puede ser alcalde de una ciudad, no todo el mundo debería serlo, ya que el desempeño de tan exigente puesto requiere de un criterio claro sobre sus objetivos estratégicos, su apuesta por la calidad de vida y el equilibrio de sus ejes de crecimiento. Pero además, el debate era una ocasión inmejorable para que los dos partidos que presentan candidatas a la alcaldía -y que son además los que se arrogan la invención del feminismo- demostrasen que sus candidatas son no ya iguales, sino mejores que los otros candidatos, todos hombres. Bueno, pues ni PSOE ni IU enviaron a sus respectivas candidatas, lo cual privó a los almerienses de conocer qué ideas tienen las personas que, según esos partidos, deben gobernar Almería. Algún malvado podría pensar que tan deliberada ausencia se explicaba en el comprensible deseo de no evidenciar carencias de fondo técnico y de forma expresiva. Pero eso, claro, es un áspid heteropatriarcal que se me ha enroscado en el teclado. Eso sí; la decepción dio paso al jolgorio cuando el representante de uno de los partidos que prefirieron no enviar a una mujer al debate, comenzó su intervención lamentando la escasa representación femenina en el debate. Tal cual. Lo del empoderamiento se nos está yendo de las manos.