A Pedro Sánchez, la "operación Iceta" no le ha salido tan mal como puede parecer a simple vista. El hachazo de los secesionistas a la candidatura de Miquel Iceta para cubrir la plaza de senador por designación del Parlamento de Cataluña -en la idea de nombrarle después presidente de la Cámara Alta-, le ha servido en bandeja el argumento de oro para refutar supuestos pactos "non sanctos" con ERC. Con ése discurso Sánchez está recorriendo España en plena campaña electoral de unas elecciones en las que el PSOE apuesta por arrebatar al PP las plazas en las que los populares basaban su poder territorial. Qué ahora Sánchez proponga a Meritxell Batet como futura presidenta del Congreso y a Manuel Cruz para presidir el Senado clausura definitivamente la polémica y deja a Pablo Casado en evidencia por sostener a piñón fijo que Sánchez ya tiene pactada la investidura con los separatistas.
El líder de los populares actúa bajo una gran presión .El hundimiento del partido en las elecciones del 28 de abril le ha dejado en precario ante los suyos. Quizá por eso unas veces sobreactúa y otras se le ve desorientado. La renuncia (forzada) de dos de los diputados electos (Daniel Lacalle y Andrea Levi) para que al correr la lista de electos dos de los candidatos que habían quedado fuera (Marimar Blanco y José Ignacio Echaniz) pudieran encontrar acomodo, está siendo comentada como prueba, una más, de las ocurrencias que en su día tanto desconcertaron a los dirigentes clásicos del partido. Renovar por renovar, dejándose aconsejar por "consultores" políticos, no siempre da el resultado apetecido.
Claro que hay excepciones. A Sánchez le está yendo bien con Iván Redondo. Redondo, por cierto, trabajó para el PP como asesor de José Antonio Monago en Extremadura y de Xavier García Albiol en Badalona. Y quiso seguir en el PP, pero le cerraron la puerta.
Casi todo dicho respecto de lo que se juega Pablo Casado el 26 de mayo. Sobre lo que no se ha insistido es que si el Partido Popular se hunde -y Ciudadanos no crece en proporción compensatoria suficiente- la ausencia de un contrapoder en las comunidades autónomas y los principales ayuntamientos daría paso a una situación preocupante. Desde Clístenes sabemos que la democracia es un sistema de contrapesos y de controles de unos poderes del Estado por otros. Quienes dejaron al PP en manos de una gavilla de dirigentes a todas luces en agraz, deberían haberlo meditado antes. Es la estabilidad del país lo que está juego.
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