¿Quién ha hablado de Europa?

Fausto Romero-Miura
01:05 • 23 may. 2019 / actualizado a las 07:00 • 23 may. 2019

Nadie. O al menos a mí, que no tengo redes sociales e ignoro qué pueda decirse en ellas, no me ha llegado ningún menaje sobre las elecciones europeas del próximo domingo, cuando hay que dar por acabada la campaña electoral. Sí, sobre las municipales –y tampoco tantos- cuando las verdaderamente trascendentes son las europeas. Y más en un  momento histórico en que parece haberse desatado una guerra contra la unión  europea, hasta el extremo de que en cuatro países no han aflorado Partidos nacionalistas que aboguen por su salida de Europa o, lo que es lo mismo, por la desaparición de la Unión Europea.



Aunque en Almería, a mi juicio equivocadamente, Europa se perciba como algo lejano, como un problema económico –la injerencia en la economía- Europa es presente inevitable y, para mí, deseable.



Yo, soy europeísta, por lo que mis opiniones estarán, necesariamente, viciadas. Pero estoy convencido –y, como yo, creo que muchos millones de españoles- de que el ingreso de España en la –hoy- Unión Europea, sólo nos ha traído ventajas. Pensemos objetivamente en el desarrollo y bienestar experimentados por Almería. Por poner un ejemplo que usamos a diario: las carreteras de antes y las autovías de hoy.



¿Qué España cedió soberanía y ahora las leyes europeas nos obligan a los españoles por encima de las españolas? Cierto, pero a cambio de una política en cierto sentido uniforme, de una política económica igualmente uniforme, fuente de un mayor cohesión general, hasta el extremo de que los países que integran la Unión han perdido su capacidad de hacer una política propia: están en manos de Europa,  de la Unión Europea que el domingo vota políticamente, es decir, a los Partidos políticos que conformarán la política europea a que todos quedaremos sometidos: a efectos prácticos, la Unión Europea es un Estado federal, el mismo modelo que los separatistas españoles reclaman para España. Y, en toda la Unión, compiten los mismos Partidos que en España, puesto que, insisto, se trata de elecciones políticas, por lo que, al margen los partidos nacionalistas y/o populistas que están aflorando en cada país –hasta el extremo de que en España hay declarada una república catalana y tenemos la que tenemos liada sin que el gobierno haya sido capaz de otra cosa que de la aplicación de un tibio y visto y no visto artículo 155 de la Constitución- compiten en esencia todos los grandes partidos, sólo que con ámbito europeo, formando cada uno Grupo propio en el Parlamento europeo: liberal, socialdemócrata, conservador… y los supremacistas nacionalistas. 



Y, de hecho, en la adopción de acuerdos se vota por Grupos, con una cierta disciplina de voto con el propósito de imponer en Europa su ideología. Aunque, insólitamente, el PSOE español se haya desmarcado en ocasiones.



Y, a mi juicio, es conveniente ese votar por ideología y programa, que será el cauce que, venciendo al aquelarre actual, un día nos lleve a los Estados Unidos de Europa, dejando de ser un territorio físico y un mercado ampliado para pasar a ser un espacio político unitario en forma de República con su Presidente elegido directamente por los ciudadanos; en que el  poder legislativo resida en el Parlamento, elegido por sufragio universal; con una política europea común y solidaria de inmigración; con una política militar única, y un ejército europeo, así como una política exterior única, y un único Ministerio de Asuntos exteriores, con un único voto en el Consejo de seguridad de la ONU…  Etc., etc., y todos los etcs.



Y, en este sentido, me sorprende la falta de información a los electores, pues sería útil y enriquecedor conocer el programa de cada Partido, porque no votamos al PP español o al PSOE, sino al Partido Popular europeo y al Partido socialista –lo que queda de él- europeo.



Yo estaba firmemente convencido de que, al pairo de la explosión de la Unión Soviética, Europa aprovecharía para convertirse en el segundo gran bloque mundial, antes de que naciese el gigante chino, integrándose en una política de bloques equilibrados que evitase el unilateralismo hiciese  posible un equilibrio mundial.


Ese tren se ha perdido. Es más, ha descarrilado con el florecimiento de los supremacismos nacionalistas, empezando por EE.UU. Pero aún estamos a tiempo de la refundación de Europa aprovechando la situación de crisis que vive con partidos y países que quieren abandonarla, y hacer de ella la patria real de quinientos millones de europeos: ningún joven menor de cuarenta años recuerda a España fuera de Europa. 

Y todos, jóvenes y mayores, el domingo tenemos la oportunidad, con nuestro voto, de hacer posible esa Europa, de verdad, común.



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