Sería absurdo, y peligroso, tratar de engañarse acerca del verdadero mensaje enviado por las urnas. Comprendo que Rivera y Casado se presentasen en la noche electoral casi como ganadores de las elecciones: necesitaban algo de oxígeno, especialmente el segundo. Pero, al margen de lo que ocurriera, y ocurra, en Madrid, donde, para gobernar, habrán de fabricarse, como en Andalucía, extraños compañeros de cama, lo incuestionable es que Pedro Sánchez y 'su' PSOE han ganado. El pasado 28 de abril y el pasado domingo 26 de mayo. Y como ganador habrá que exigirle responsabilidades y responsabilidad para afrontar esta nueva etapa, dominada por él, de la misma manera que habrá que esperar una conducta nueva por parte de los demás, es decir, de las diversas oposiciones.
Entiendo que, al margen de lo que en primera instancia puedan entender el Partido Popular, Ciudadanos y, si ustedes quieren, hasta Vox, las urnas han enviado algunos avisos que han de ser tomados muy en cuenta. Por ejemplo, que en Cataluña la pugna entre Juns per Cat y Esquerra no oculta el peso electoral independentista, que ha hecho que los propios Puigdemont y Junqueras obtengan el escaño de eurodiputados: a ver cómo se gestiona eso para no dejarnos más plumas en el tablero de nuestra imagen internacional. Y, ya que estamos no me parece irrelevante que Bildu haya obtenido doscientos mil votos en el País Vasco, otra realidad que habrá de gestionar el nuevo/viejo Gobierno de Sánchez. En el espinoso tema territorial, una nueva era, más complicada que la de hace una década, nos ha llegado, temo que para quedarse.
Otro mensaje inequívoco, que todas las partes se esforzarán en no ver: los españoles apuestan por un Gobierno de coalición de centro-izquierda, no por una coalición del PSOE con Podemos, ni por un Ejecutivo con ministros afectos a Pablo Iglesias, que ha sufrido un inmenso batacazo este domingo. Ignoro si el secretario general de la formación morada acabará o no -él, de momento, dice que no-- marchándose de la formación que, con indudable mérito, creó y con no menor tesón se dedicó luego a desarbolar.
Lo que sí sé es que ese tan invocado por él "sentido común" indica que no tendría sentido dar ahora a Iglesias entrada en el Ejecutivo del PSOE. Los españoles quieren, y no es algo que yo me esté inventando -lean los resultados--, un acuerdo entre Ciudadanos y los socialistas, acuerdo que los tajantes 'no es no' de Albert Rivera han puesto muy difícil. Dijo Rivera, anticipando un movimiento imprudente, que para él lo más necesario era expulsar a Sánchez del poder; ocurre, sin embargo, y al margen de lo poco que pueda gustarnos el personaje Sánchez, que siete millones y medio de españoles parecen opinar de otra manera, y son los ciudadanos quienes deben mandar en interés de la nación sobre los de los partidos. O eso sigo pensando yo, al menos...
No entender que lo ocurrido en las dos elecciones simultáneas hace que se haya abierto un nuevo período que requiere nuevas soluciones, una actualización de no pocas leyes, empezando por la Constitución, y pensar la política de manera diferente a como se ha venido haciendo, sería no haber entendido nada. Y, mientras, pueden aferrarse a lo ocurrido en la plaza de Cibeles, o en la Puerta del Sol, o en Estepona, o en la Ciudad Condal, o qué sé yo. Eso sería hacer trampas en el solitario.
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