El ayuda de Cámara

El ayuda de Cámara

Pedro García Cazorla
01:00 • 02 oct. 2011
El ayuda de cámara eran en tiempos de reyes el servidor más cercano, se permitía tocarlo para vestirle y ocuparse de otras nimiedades para que la cabeza real empleara todo su tiempo y sus esfuerzos en las cosas del poder y no en atarse los cordones o abotonar las camisas. Después se les conoció como gentiles hombres y ahora son los secretarios personales. Son hombres discretos, cuando el líder está en un mitin se sientan en la segunda fila, atentos a los tic de su jefe para dar la respuesta adecuada. A un buen secretario personal no tienes que decirle nada, ellos se anticipan a los deseos sin mediar palabra. No son asesores y por tanto no dan opiniones sobre la gobernanza, pero pueden llegar a decidir que corbata va con el traje azul marino para ir a una reunión con empresarios, cambiar el vestuario convencional por otro informal, filtran algunas llamadas de quienes tienen derecho a ser escuchados pero no siempre que lo deseen y pasan otras de absoluta prioridad. Se permiten recordar los gustos y preferencias de sus jefes, cuando son invitados a comer, asistir a recepciones y otras tramoyas que adornan el oficio de mandar si es que se manda mucho. Son tan imprescindibles como invisibles, según prescribe el protocolo, así que hablar de estos segundones que eligen servir a ser servidos, podría resultar aburrido de no ser por Jeremías Hofman. Cuando Jeremías aún no había cumplido los cinco años, su madre lo llevó a un casting, buscaban un niño pequeño para un anuncio, tenía que bailar rock o aprender sobre la marcha. El niño sólo tuvo que mirar al bailarín un vez, Jeremías podía imitar a la perfección cualquier persona, sus habilidades, sus gestos y este talento camaleónico llegó a la genialidad cuando la suplantación tocó territorio mental, hacer del pensamiento de otro tus mismos pensamientos no tiene mérito, pero comprender los entresijos de la mente de otro hombre e imitarla, sabiendo quien es imitado, que aquello que hace el usurpador, él lo hubiera hecho de idéntica forma, es algo bien distinto. En algún momento de la vida de Jeremías Hofman, alguien valoró esta extraordinaria cualidad, así que lo trataron como un gran tesoro, pagaron su educación en las mejores universidades y cuando lo creyeron conveniente entró a trabajar a la Casablanca. Estuvo con Reegan, Clinton, Bush y hasta el año pasado con Obama, hasta que sus mentores decidieron que había perdido cualidades y ya no les era de utilidad. Jeremías tenía encomendada dos funciones, que el barco siguiera su rumbo cuando el timonel bajara al camarote a descansar y ofrecer sus confidencias a quienes le habían puesto en un lugar estratégico. El Sr. Hofman trabajará en La Moncloa a partir de el día 21 de Noviembre de este año. Y aunque yo no tengo sus cualidades, estoy convencido que el nuevo inquilino le dirá: ¡ Por favor Jeremías, puede traerme usted unas tijeras! Y él responderá; aquí las tiene Presidente. ¿ Cómo, ya estaban preparadas?






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