Ha tenido que llegar a la contienda municipal un ex primer ministro del Gobierno de Francia para demostrar que la política es el arte de lo posible. Que pactar no es deshonroso, ni vergonzante, y que se pueden ofrecer el apoyo a cambio de nada por el bien común. Algo tan sencillo y simple que se lleva haciendo en las democracias europeas casi desde el final de la segunda guerra mundial... ¡y mira que ha llovido!
Porque los posibles pactos, a los que obliga un voto muy fraccionado, están mostrando la peor de las caras de determinados grupos que hacen de su apoyo un chantaje al contrario. Si no te sientas conmigo, clama VOX a Rivera, dejaré que siga siendo alcaldesa una “feminazi” como Carmena. Al parecer les da igual contravenir la voluntad explícita de sus votantes, es cuestión de honra. Y la honra, como en los tiempos de Don Pelayo, la tienen tan alta que casi no le dan alcance.
Al otro extremo, Pablo Iglesias sigue enrocado, pese al batacazo electoral, en entrar en el Gobierno. Cuestión de supervivencia en una formación que se desangra y donde los cuchillos vuelan rasantes. Pero su empeño personal nunca debería empujar a este país, que sale de un largo proceso electoral, a tener que repetir elecciones. Es muy triste verse obligado a dejar la primera línea pero en política, cuando se pierde, hay que tener el coraje de dar paso al siguiente.
Por su parte Rivera, en trance de superar el trauma de no haber sobrepasado al PP, oye cantos de sirena de todas las esquinas y vuelve a ser, mal que le pese, comodín ajeno. Es verdad que Valls, su aportación más brillante en los últimos comicios, siempre fue por libre; pero, su oferta a Colau, sin consultar a nadie, ha sobrepasado todos los límites de la paciencia en Ciudadanos. Como es imposible "reconducirle", se han visto obligados a ofrecer apoyo al candidato socialista Collboni, al que calificaban de "independentista" encubierto hasta hace unos días.
Dado que hasta el 15 de junio no se eligen a los nuevos alcaldes, convendría que los dirigentes obligados a entenderse abandonaran las declaraciones extravagantes. Es verdad que la sucesión de acontecimientos hace que la memoria se deshaga de lo accesorio, pero queda la hemeroteca y, una vez cerrado el necesario pacto, sentirán vergüenza ajena de lo que se dijeron para acabar codo con codo compartiendo el poder.
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