La sonrisa del Rey

Fernando Jáuregui
11:59 • 08 jun. 2019

Se confirma que acaso el más serio de los muchos errores que nuestros políticos cometieron desde que en 2016 comenzaron los dislates ha sido el de esta doble convocatoria electoral abril-mayo. Ahora, los cromos se cambian de manera indiscriminada y la confusión aumenta: te cambio Navarra por tu investidura; te ofrezco la Asamblea de Madrid pero tú no me obstaculizas Aragón; Castilla y León va en el paquete de Murcia... Así, ya ni sabes si están hablando de La Moncloa o de la Junta en Valladolid. Todo está mezclado. Y siguen, creo, las equivocaciones.


La sonrisa imperturbable del Rey, recibiendo en La Zarzuela a los líderes políticos, desde la 'indepe' Laura Borrás hasta el muy probable 'repetidor' Pedro Sánchez, pasando por el descorbatado Pablo Iglesias, evidenciaba que, guste o no a algunos, el jefe del Estado sigue siendo el único puerto de arribada en medio de la tormenta. Hubiese sido deseable que los líderes políticos le llevasen ya las soluciones pactadas, pero ni por asomo. Casado y Rivera siguen anclados en el 'no y no' a la investidura de Sánchez, lo que abre un abanico de posibilidades a mi juicio indeseables; Iglesias sigue, como en 2016 pero en plan rebajas, pidiendo pisar moqueta, ahora en tono algo patético; los de Puigdemont andan en lo suyo, enredando en el exterior; y Sánchez, que se cree Napoleón, y no precisamente en Waterloo, asegurando que, o gobierna él, o gobierna él, que no hay alternativa.


No han aprendido nada. Pocas cosas son más descorazonadoras que la no existencia de alternativa a una situación poco clara. Ejemplos magníficos, como los ofrecidos estos días por el navarro Javier Esparza, ofreciéndose a facilitar la investidura de Sánchez a cambio de que no se perpetre la barbaridad del 'pentapartito a la navarra', o el de Manuel Valls proponiendo apoyar a Ada Colau en Barcelona con tal de que no sea elegido alcalde el inependentista Maragall, no han servido para que los líderes nacionales tomen nota. Aquí es lo contrario de 'la imaginación (y el sentido de Estado) al poder'. Los egoísmos, los vuelos rasantes, quieren tomar el poder.



Y, mientras, se desgastan las instituciones -el Tribunal Constitucional ha tenido que dar una extraña marcha atrás para no dar la razón al preso Jordi Sánchez- y el propio Rey se ve forzado a poner una sonrisa, impecable, eso sí, de circunstancias mientras los que hacen y deshacen la política española le narran cuitas, agravios, ambiciones y bajonazos. O hasta desplantes. Entonces, como 'a río revuelto ganancia de pescadores', quien mejor sabe navegar en aguas turbulentas se permite jugar a todas las bazas esperando el desgaste de los demás y sabiendo que será él quien, al final, se haga con el 'campanu'. Aunque por el camino se haya tenido que dejar Navarra, quién sabe si Madrid o Castila y León. La Moncloa bien vale una misa, aunque sea de réquiem.





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