Las elecciones últimas, especialmente las municipales, han tenido el efecto de un valium: han sosegado la crispación de antes de la campaña electoral –y de la campaña misma- y recolocado las piezas del puzzle con el restablecimiento del bipartidismo, si bien no de mayorías absolutas, por lo que los partidos mayores tendrán que acudir a los pactos para gobernar, pactos que también han quedado servidos si los políticos, como ya escribí el día de la jornada electoral, dan a los votos el sentido que le dio su propietario, el votante, al depositarlo en la urna, pues el voto es un contrato -se vota una oferta concreta, un programa para el que se pide el voto- para llevar a cabo ese programa y no el de otro Partido. La democracia es el respeto a la voluntad del pueblo, por lo que hay que respetar el voto de la sociedad civil, en cursiva la frase subrayada) sin que sea lícito que los políticos lo desprecien sublevándose contra el mandato que les han dado sus mandantes, sin alterarlo para su conveniencia, con olvido de que su obligación es servir al bien común, no al partidista.
Pero los pactos puede cargarlos el diablo y, hasta que se ha constituido la Corporación –en el caso de las municipales- nadie puede estar seguro, por más garantías que se hayan dado. No se olvide, a propósito, el esperpento protagonizado por Ciudadanos, en el Auditorio de Almería cuando iba a constituirse el último Ayuntamiento, con Luis Rogelio Rodríguez-Comendador de Alcalde con el voto de Ciudadanos… que, ya en la puerta del Auditorio, rompió el pacto y anunció que votaría a Juan Carlos Pérez Navas, lo que tuvo que deshacer la dirección Ciudadana en Madrid. No es de extrañar, pues, que ahora Ciudadanos haya perdido un tercio de sus concejales: le pasa a la confianza lo que a la virginidad: una vez que se pierde…
Y yo mismo, el 18 de abril de 1979, me acosté sin saber si a la mañana siguiente sería elegido Alcalde de Almería. Al despertarme supe que no, pues de madrugada se firmó un pacto en un Parador de Sierra Morena, por el que PSOE, PCE y PSA acordaron dar la Alcaldía a Santiago Martínez Cabrejas, del PSOE, pese a haber sido menos votado que UCD, cuya lista encabezaba yo.
En todo caso, el domingo próximo se constituyen los Ayuntamientos y se habrá resuelto el posible sudoku de los pactos: si con barba, un san Antón; si no… Ya se sabe.
Pese al efecto valium, y a que quepa calificar de lógico el sentido del voto de los almerienses, las elecciones dejaron una serie de incógnitas, que sólo los pactos deberán resolver, pero también certezas. Entre ellas, la que más me interesa, la de que España se ha recolocado con el bipartidismo, que no ha muerto y, por el contrario, los partidos revelación, se desinflan, de manera clamorosa Podemos -ha perdido más de un millón de votos y docenas de diputados autonómicos-, tanto tanto que Iglesias no compareció (el único de los líderes nacionales) en la noche amarga. Podemos llegará a perder el 60% de sus ingresos electorales y ha sido desalojado de todos sus feudos –en algunos, hasta desaparecer del mapa- salvo el milagro gaditano de Kichi. En Almería ha perdido el 22’79%. Lo de Galicia, ha sido homérico: ha perdido todos los ayuntamientos de capital de provincia, incluida Santiago de Compostela. Y es curioso que en Galapagar no haya quedado más rastro que el célebre chalet. En Madrid, les ha destrozado Más Madrid, del escindido Errejón, con 20 diputados frente a sólo 7 de Podemos.
El PSOE, en pleno ciclo virtuoso y victorioso, que ha roto la caída continuada de la socialdemocracia europea, ha ganado las europeas y las municipales –lo que no conseguía desde 2003- y, por lo que respecta al andaluz, brinda nuevas armas de resistencia a la declinante Susana Díaz. El PP, aún perdiendo y cosechando un mal resultado, sin embargo se percibirá como triunfador, si mantiene, como parece posible, los dos mayores y más luminosos escaparates y joyas de la corona: la Alcaldía y la Comunidad de Madrid. Y es que la candidatura del señor Pepu, como le decían, –que ha llevado al PSOE a su peor resultado en Madrid, relegado a ser la cuarta fuerza política- resultó difícil de comprender, sobre todo porque lleva doce años retirado del deporte y sus éxitos son desconocidos para los votantes más jóvenes.
Ciudadanos, cuya meta obsesiva parece ser no ganar sino sorpassare al PP, se ha estrellado, pues ni eso ha conseguido y sí, por el contrario, perder estrepitosamente en relación con la generales: del 15’8% en éstas, ha bajado al 8’2 en las municipales y 12% en las europeas.
Y Vox ha respondido a lo que, al menos para mí, era lógico, -bajando del 10% de las generales al 2’9 de las municipales y al 6% en las europeas- que ya el domingo pasado, especulando con su toma de la Alcaldía de El Ejido y su triunfo anunciado en la población, escribí: “Ahora le ha tocado a Vox; antes a Podemos… En cada Elección surge un Partido nuevo, pasional, llamado a extinguirse…, fruto de la crispación del momento.”
A modo de resumen, en Almería el PP ha recuperado su voto, 58.000 más respecto de las generales, un voto azul, mediterráneo, como tantas otras veces alejado del voto andaluz, salvo el malagueño y el cordobés.- incluyendo la Diputación, con mayoría absoluta, –y a título de algo más que anécdota- el del alcalde con más juventud acumulada de España, el de Chercos, con mayoría absoluta, José Antonio Torres, de 95 años de edad. Sólo Charito, de “Abuelas por Patones [de Arriba]”, lo iguala, con la misma edad, si bien se quedará de concejala de a pie, pues el ayuntamiento lo integran ella y cuatro concejales del PSOE, mientras que en Patones de Abajo el resultado ha sido, justo, el contario en número de concejales.
Y en cuanto a los Partidos de ámbito nacional, a los que se ha dado en llamar constitucionalistas, cada uno de ellos ha traído consigo una sorpresa, mayor o menor, pero sorpresa al fin, fruto de lo que cabría llamar propósito de la enmienda, con la rectificación del sentido del voto: en cada elección de las tres se ha votado diferentemente, lo que es una prueba de madurez democrática, pues cada una de las elecciones tenía una finalidad distinta y sólo los pactos entre ellos establecerán el equilibrio.
Sólo pido que los pactos sean decentes, limpios, dignos, coherentes y restituyan a la política el prestigio y el honor que está perdiendo.
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